Es el Govern del mas bestia para recoger las nueces, incluida la cosecha que ha dado
el frustrante 155. Este ha impedido la independencia pura y dura,
pero ha dinamizado el juego por la independencia.
Algunos
califican de locura la maniobra de los Puigdemonitas. Más bien
parece que en lugar de actuar a la desesperada lo hacen con plena
conciencia de la extrema debilidad política del gobierno y la
voluntad de este de atarse de pies y manos. Creen que no tienen nada
que perder y que la agitación les beneficia, mientras en “Madrit”
tertulianos y políticos se rasgan las vestiduras porque la masa
separatista se obstinan en no actuar como se supone lo debieran hacer
los ciudadanos sensatos. Se amagan las súplicas para salir del
hartazgo: “Vuelvan a la normalidad y todo les irá mejor”
Ahora
Rajoy tiene muy difícil convencer a nadie de que estamos de vuelta a
“la normalidad”. Desconozco si sigue creyendo en la vuelta al
“oasis” o si todo le da igual. Supuesta su buena fe debe confiar
que la U. Europea será un dique definitivo, por lo que los
separatistas ya se cansarán. Un estadista normal vería en la
provocación de Puigdemont y los suyos la ocasión para tomar medidas
contundentes. La mayoría de la población lo aclamaría y el PSOE
tendría que morderse la lengua una temporada, a ver que pasa. Por
supuesto va a seguir el martirio, gota a gota o ya con la furia
desatada. Se ponga como se ponga, la U.E. no va a poder evitar que
tarde o temprano tengamos que afrontar el dilema al que estamos
abocados: o les reconocemos “el derecho a decidir” o se suspende
la autonomía hasta que haya garantías de verdadera normalidad. El
problema es que lo que se haga o no se haga no va a resultar
irrelevante para marcar las condiciones desde las que se va a “tener
que decidir”.
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