jueves, 26 de octubre de 2017

JARSPERS Y LA REBELDÍA


Los revolucionarios y revolucionaristas occidentales se encuentran frente a algo insólito e inesperado: que existe la posibilidad de la revolución en España. Es lo de menos cuan grande sea esa posibilidad. Lo importante y casi increíble es que la posibilidad exista, cuando ni en la teoría política contemporánea posterior ni en las creencias que las sociedades se hacen de sí mismas, cabe tal absurdo, al menos desde Mayo del 68 y desde la caída del muro. Pues nada es por principio más incompatible con las sociedades del bienestar y con las democracias asentadas que han hecho la experiencia del totalitarismo nazi y comunista.
Dejando aparte las revoluciones históricas, no tienen los revolucionarios experiencias a las que agarrarse para orientarse. Lo más a mano es la desmembración de Yugoslavia, la revolución bolivariana y hasta cubana.. incluso las primaveras árabes. Todas tocan sólo de refilón y cada una ofrece sugerencias, pero ninguna tiene que ver con lo que puede ocurrir en una sociedad posmoderna del primer mundo y avanzada, pletórica de tradición histórica y al amparo de la Unión europea.

Pero la falta de referencias también estimula la imaginación y sobre todo la fantasía. No se sabe con cuantas fuerzas se cuenta una vez abierta la espita, pero basta que la oportunidad exista para tratar de aprovecharla. Es lo que tiene lo insólito de que oportunidad tan mágica exista. Los convocantes acaban creyendo en la magia.

Se explica así que P. Iglesias asuma el riesgo extremo para su interés yendo de la mano de los separatistas, con desprecio de la lógica y del cálculo más elemental. Que prefiera calcular y manipular a partir de la oportunidad, no sobre cuanta oportunidad se le presenta. Su interés le aconseja cultivar la posibilidad de un Gobierno Picapiedra y de nacionalistas, devorar y digerir al PSOE como una boa, abrir un proceso constituyente para “reformar, es decir derrumbar,el régimen del 78...etc

Con mucho más motivo actúan los nazicomunistas catalanes. “¡Ahora o nunca!”...aunque ya cuentan con que los “¡Ahora o nunca!” se pueden repetir hasta que por fin suene la flauta. Es lo original de los revolucionarios posmodernos, una vez que la han cogido el gusto a la vida en Soviet y en Comité. En el fondo de su alma cuentan con que pueden vivir así y hacer lo que sea con total impunidad, pero se entusiasman creyéndose héroes ante el recibimiento que tienen mediáticamente.

Para momentos como este no sobra esta reflexión sobre el fanático culto a la revolución, de K. Jarspers, a mi modo de ver el pensador que, con posterioridad a la II Guerra mundial, más en serio y con más profundidad se ha tomado el significado de la política en nuestro mundo.

“Todas las formas de rebelión comenzaron con una verdad. Por eso todas ellas parecieron alzarse contra una misma cosa aparentemente fácil de concretar, la mentira y la injusticia, y contra la vida engañada en su conjunto. Pero sucedió que todas estas revoluciones, por su parte se ahogaron espiritualmente en la vorágine de nuestro tiempo y en los más banales engaños. Y la cuestión de la verdad o de la mentira quedó desplazada y sustituida por la violencia.

La nota predominante en la actitud de los revolucionarios fue el simple placer de la “oposición”, el placer de la demolición como tal, de la destrucción de la tradición, del orden, de los principios, la agresividad en sí y la desfachatez de la propia confesión de los desmanes de palabra y de obra. El placer del “nosotros” en la comunidad de lo insustancial engendró de la nada la iliberalidad, la intolerancia del no. Todo debe exterminarse excepto este “no” mismo. <el entrecomillado es mío>

Cuando la revolución se convierte en principio de vida y se tiene por lo auténticamente verdadero y libre, el hombre cae en un estado de ánimo sin “existencia”, y se sume en la cólera convertida en costumbre. En esta atmósfera es donde actúan los fríos y calculadores manipuladores y sedientos de poder por medio del terror. La indignación, <subrayo> primeramente emocional y libre, la utilizan aquéllos como un medio provocado por ellos allí donde la necesitan, y la sofocan donde las ocasiona dificultades.” (K. Jarspers. La fe filosófica ante la revelación. 1962)

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