Creo que la mezcla
de mala fe, oportunismo e ignorancia de los sanchistas y zapateristas
y demás sobre “la nación de naciones” se vale de la coartada
que han ido suministrando muchos historiadores al propalar la
distinción entre nación cultural y nación política. Si enfocamos
en términos modernos de nación-estado, toda nación política es
también cultural y viceversa, lo que no significa uniformismo en
ninguno de estos sentidos. El término “protonaciones” que va en
el mismo sentido no deshace la confusión pues deja pendiente la
misma incógnita: ¿son naciones que se han de consumar políticamente
o bien son naciones frustradas, históricamente hablando, por carecer
de la necesaria voluntad nacional?.
¿Son acaso
Cataluña y el País Vasco naciones culturales y España “sólo”nación
política? España es nación cultural y política porque es nación
conformada como tal política y culturalmente. Pero es que las
naciones modernas son fundamentalmente resultado de la unidad e
integración de unidades diversas cultural y políticamente en formas
muy variadas. No somos en esto una rareza en lo fundamental como
tendemos a creer, más bien iniciamos el camino de las naciones
modernas o del sentido moderno de nación. Con más retraso político
que nosostros, antes de las guerras napoleónicas los alemanes se
sentían nación cultural porque trataban de hacer compatible el
imperio y la fragmentación política de origen feudal. Pero eso
significaba: “la cultura común es nuestro fundamento nacional del
que forma parte nuestro orden político”. De tener sentido la
diferencia, Bretaña, Sicilia, Nápoles, Borgoña, Alsacia, Bohemia,
Sajonia, Baviera, Gales...etc tendrían que ser naciones
culturales..es decir en realidad todas las regiones de cualquier
nación, en tanto que partes, que, de una forma u otra, se incorporan
a un todo.
Tratamos de
justificar una excepcionalidad y singularidad política, la que dio
pie a los estatutos de la II República reactualizados por la
Constitución, inventando la distinción entre regiones y
“nacionalidades” (¿nación cultural?). Se podría haber
reconocido como un compromiso debido a la peculiar construcción de
España, en realidad a las debilidades de la construcción nacional
de España.
Lo que ahora
justifica la unidad de España, y en realidad a todas las naciones
existentes, es que el Estado soberano que la representa sea un marco
efectivo viable para una convivencia fundada en la libertad y el
derecho. O circunstancialmente la capacidad de dotarse de tal
instrumento si este no existe o es defectuoso. Sólo la incapacidad
de una nación unida en un Estado de tener un Estado de derecho
justificaria que una parte deseosa de la libertad de los ciudadanos
de su territorio tuviese derecho a separarse. Pero siendo esto así,
no es menos cierto que de cualquier forma que se haya logrado la
unidad de un Estado en el que sus ciudadanos son libres e iguales,
esta unidad constituye un valor en sí mismo y su disgregación un
retroceso, que convierte a sus ciudadanos y a las generaciones
venideras en más pobres política, cultural, vital y seguramente
socioeconomicamente. En tal caso no se puede invocar como un derecho
de una parte la separación, sin el consentimiento del conjunto.
Reclamarse “nación
cultural” o bien significa cuidar una tierra que es parte de un
todo o bien lamentar ser media – nación, con derecho a ser un todo
nacional exclusivo, es decir un Estado. Pero quienes debieran haber
desenredado el entuerto, historiógrafos y políticos, de ambos se
nutren los educadores y las creencias colectivas, se han esforzado en
enredarlo a conciencia, los más oportunistas y sobrados claro.
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