A
la hora de interpretar el populismo contemporáneo que sufrimos
conviene no perder de vista la perspectiva histórica.
Las
dos grandes fuerzas morales (o inmorales según sus efectos)
movilizadoras de la historia contemporánea han sido el chovinismo y
el igualitarismo. Han inspirado con el tiempo los experimentos
totalitarios y por ende más inhumanos que cabe concebir, el nazismo
y el comunismo.
Si
bien la sociedad del bienestar neutralizó las pulsiones totalitarias
de las sociedades contemporáneas en nombre de la libertad, el
derecho, la prosperidad y la justicia social, estos valores se dan
por supuesto al quedar asegurados por la mecánica del sistema. El
ciudadano medio sólo se ve comprometido a adherirse pasivamente.
Con
la descomposición política de las sociedades del
bienestar, con la desconfianza patológica entre los representantes y
los representados, alentadas hasta la nausea por la telebasura y la redbasura, estas inclinaciones totalitarias vuelven a
emerger, aunque de esta manera las sociedades echen piedras sobre su
propio tejado. Las masas reclaman protagonismo, se sienten engañados
y estafados por “los políticos”, y sólo lo encuentran a partir
de sus instintos ancestrales. La libertad, el derecho y la
prosperidad se interpretan en ambos casos a la luz de estas quimeras.
En
los paises del norte priman las pulsiones chovinistas, en los del
sur, incluida Iberoamérica, las igualitaristas. En Francia, fiel a
su tradición de sintetizar todos los vientos de la historia, esas
dos quimeras andan en pugna abierta contra la misma sociedad
francesa.
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