miércoles, 5 de abril de 2017

GIBRALTARADAS Y OTRAS MINUCIAS


Entre los españoles es de mal gusto mentar Gibraltar, suena a señalar la mosca en la comida de un Michelin cuando estás invitado; entre los británicos debe ser signo de pedigree patriótico.

Porque Gibraltar, en estos tiempos de pequeñeces, es vital para que Inglaterra siga sintiéndose Imperio. Como Las Malvinas y tamañas grandezas.

Pero por lo que algunos dejan entrever, a los más ultras british( y cualquier british que se precie ha de ser algo ultra de tal, y llevarse esto con ironía es lo más) nada les debe encantar más que sacudirse a los latinos.

Encima algunos tardoimperiales no disimulan sus ganas de darnos unos buenos cachetes y collejas, ¡abusones!

Al Gobierno se le acumulan los problemas; ahora le viene encima Gibraltar y ha de disimular que hace algo. Pero los españoles lo comprendemos, no nos importa que no haga nada. ¿Cómo vamos a desilusionar a los ancianos que viven soñando sus viejas glorias?

No hace falta cerrar la verja, bastaría levantar un arco del triunfo sufragado a escote por los vecinos de la Línea.

¿Pero si ahora resulta que los del U.E. nos exigen compostura y respeto hacia nosotros mismos? Ese sería el verdadero embrollo.

Si el ministro Dastis dimitiera o fuera cesado, ¿iba a peligrar la dignidad paisanal? Podría de paso hacer un cursillo de “interés paisanal”, que ya no se lleva eso de “nacional”, y adornar con ciertas nociones su brillante currículo diplomático.

Es la crónica del buen paisano.

Creo que fue Toynbee quien dejó dicho o escrito que Europa era, o había sido, una inmensa ave (¿una gaviota?) movida con dos alas: la Gran Bretaña y España. Ahora una es alita de paella, la otra va dando aletazos de ciego.

Porque a los británicos les ha faltado crear el Quijote para librarse de los fantasmas imperiales. En realidad no se han atrevido a hacerlo. Huckleberry Finn apenas lo roza y además no es británico.

Pero eso sí, se han mostrado prudentes al no dar eso paso, viendo como a los españoles la cura se ha pasado tanto  que le hemos encontrado el gusto a la vida en un tonel moral.




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