Cuando
falacias groseras pasan por evidencias naturales…
En
una editoria el Dr. de la Vanguardia presenta la ventaja de la
economía catalana en las exportaciones y la internacionalización de
su economía como una prueba de que el “procés” no es desastroso
y que por tanto, se sugiere, tampoco lo tiene porque ser la
independencia. Es más, no hay duda de que lo sería económicamente,
es decir en todo, beneficiosa, una vez que Cataluña “se libere”.
No
hay porque dudar de estos datos. Cuando ante la crisis la economía
española ha respondido acentuando su internacionalización, es
lógico que la región más avanzada y desarrollada económicamente
lo haya hecho en mayor medida. Pero eso no demuestra que se haga a
pesar del resto de la economía española, sino más bien que la
pertenencia a la economía española no sólo es un impedimento sino
una ventaja. Que Cataluña prospere dentro de España no es argumento
para salir de España, sino para continuar en España. Los abogados
de la causa antiespañola debieran dar razones en favor de que la
permanencia en España es perjudicial, antes de dar por supuesto que
la salida sería beneficiosa o incluso más beneficiosa.
El
único argumento que conozco, pretendidamente serio, es el desajuste
de la denominada “balanza fiscal”con el resto del “Estado”,
tema hirsutamente técnico en el que se confunde el uso que otras
regiones hacen de los impuestos procedentes de las más ricas con la
justicia de que las más ricas aporten más. A este respecto se omite
el alto grado de integración de la economía catalana en la
española, hasta el punto de que no creo que sea una exageración
apuntar que por lo menos desde el s. XIX la economía española se ha
organizado tomando como centro la economía catalana. Ningún eje ha
condicionado más toda nuestra economía que la alianza entre el
“Estado” y la burguesía catalana, cualquiera que haya sido el
régimen político. Que la burguesía catalana haya seguido una línea
inquebrantable de deslealtad política con el resto de España y que
la sociedad española en su conjunto no haya sido capaz de crear
otros ejes económicos alternativos, no quita que en esa relación
casi contractual no haya redundado en el beneficio mutuo en conjunto.
Seguramente
que el mal uso que se hace en las regiones económicamente más
retrasadas de las aportaciones de las regiones más ricas tiene
raíces profundas, pero la ausencia de compromiso político de la
burguesía catalana con la política general del Estado no ha sido
precisamente un factor corrector. Al menos aquí se ha creado unas
estructuras que permitirían a estas regiones prosperar más de lo
que lo hacen si primaran políticas no clientelares.
La
cruda diferencia en la “balanza fiscal” no es más que una pieza
de un conjunto, en el que la economía catalana se haya beneficiada
con creces. El privilegio de los vascos y navarros es una distorsión
y no un modelo que se pueda aducir. ¿Acaso en la Unión Europea,
escenario en el que los separatistas sitúan imaginariamente la
independencia, Cataluña no tendría que contribuir con creces al
menos tanto como lo hace con el resto de España actualmente? ¿Acaso
las naciones y regiones más pobres destinatarias usarían mejor esa
contribución que ahora lo hacen las regiones más pobres de España?.
Para el imaginario separatista lo que no mata engorda. Se adujo para
llamar a la independencia que la pertenencia a España abocaba a
Cataluña a la crisis y la pobreza, como se aduce que luchar por la
independencia no evita que Cataluña siga prosperando. No es muy
aventurado suponer que este progreso reciente de la economía
catalana se enmarca en la pertenencia a la U.E. de España y a una
situación de estabilidad, debida en gran medida a la decisión del
gobierno español de hacer caso omiso del Procés y proteger la
quebrada Hacienda catalana. En buena lógica el Estado tendría que
presumir de que a pesar del Procés ha hecho posible que la economía
catalana tirase adelante, en bien suyo y de toda la economía
española.
Parecida
falacia es la de que el Estado sólo ofrece el cumplimiento de la
ley, es decir “represión” según la mentalidad separatista, en
lugar de ofrecer razones mas convincentes a la presunta sociedad
crítica catalana. De un golpe mezcla el “reseñista” las medidas
políticas y la línea retórica y de propaganda (ahora se dice
“discurso”).
Ante
el órdago separatista del todo o nada, (a nadie se le debe ocultar
que reconocer “el derecho a decidir” es dar carta de naturaleza a
la separación tenga esta lugar o no, a corto o largo plazo), hay
poco que negociar. Ya el gobierno se ha ofrecido a negociar cualquier
asunto de “todo lo demás”, sin que por eso los separatistas se
sientan muy presionados ni frenados.
Tiene
entonces razón el Sr. Antich en que el gobierno, yo diría la clase
política no podemita de toda España, ni explica, ni defiende más
allá de decir que hay que cumplir la ley (fijense que no se dice
“aplicar”). ¿Pero qué tiene que explicar y defender? Sin duda
las razones por las que hay que aplicar la ley, pero por encima de
ello que la ruptura de la solidaridad, cualquiera que sean los
términos en que esta se determina, es inadmisible por el tremendo
perjuicio que tendría para toda la sociedad española, catalana
incluida. La separación sólo puede darse de mutuo acuerdo y hay
muchas razones para creer que eso sería un mutuo suicidio. Pretender
que toda España se suicide y no sólo Cataluña es pedir demasiado.
Desde luego hay razones para no suicidarse, sólo hay que atreverse a
darlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario