Tengo
la impresión de que en el afán de reformar la constitución se
cruzan dos clases de alientos.
Uno
taumatúrgico, cambiar la piel y rejuvenecer.
Tiene
un sentido providencialista e ingenieril a la vez. Providencialista
en honor de nuestra tradicional catolicidad: nos encanta que haya una
instancia indiscutible que nos protega; ingenieril como recompensa de
nuestra incorporación a la modernidad: nuestra prosperidad depende
de que todo este bien diseñado y mandado.
Al
fin y al cabo la Constitución ha sido el santo y la seña de la
nación y la justificación de la solidaridad colectiva, pero igual
que se le pide todo, se la culpa de todo si algo no va bien. Al menos
queda ese hueco y siempre hay chacales dispuesto a aprovecharlo. El
sofoco político al que nos ha llevado la crisis, la corrupción y el
imperio de la demagogia, ha empujado a quedar bien por encima de
todo, y nadie que se precie puede quedar atrás en pedir la Reforma
de la Constitución. Mano de brujo. Cuando no se sepa qué hacer
dígase que hace falta el cambio y luego ya veremos. Ha sido tan
grande la perturbación que hay que prometer grandes aventuras para
volver a la normalidad. Vamos hacer sentir a todo el mundo
protagonista de su destino y luego seguir tirando.
Otro
enmascarador. Un atajo para objetivos más o menos inconfesables.
Hay
de varias clases y una la importante. Los que aducen medidas pero
para justificar lo primero, justificar la necesidad de reformar la
constitución. (Por ejemplo la sucesión o la ley electoral)
Seguramente hay razones para emprender esas reformas pero no se hace
campaña de eso en concreto sino de “reformar la constitución”
en general. Lo primero sería efectivo pero sólo lo segundo da
empaque.
Un
segundo grupo que querría reformarla para corregir los desaguisados.
En concreto el título Octavo. Habría que reformarlo para
recentralizar el Estado. Son pocos y mal vistos por quienes disponen
del monopolio del ojo crítico. Pero de cambiarse algo sería la
reforma que tendría más seguimiento, aunque no aprobación
mayoritaria en la sociedad, encuestas dixit.
Una
tercera, la importante, la que hace más ruido, la que corta el
bacalao. Es clara por fuera pero de confuso batiburrillo por dentro.
“Federalicemos España y esto se arreglará”. Claro como el agua,
pero una vez dicho viene el batiburrillo.
Para
unos eso significa racionalizar las competencias, definir con
precisión las competencias de las federaciones y del Estado,
comprometer a las autonomías (federaciones) con la parte alícuota
de ciudadanía que les toca. Pensándolo bien nada que oponer y en
algo se parece a lo segundo (recentralizar) por lo que a
racionalización se refiere. Sería un bonito debate si hubiera
lealtad y se buscara la eficacia…. ¿Pero?
Los
que tiran del burro quieren que la reforma de una satisfacción
definitiva a las nacionalidades históricas o a cualquiera que se
postule como tal. Lo que se ha intentado en estos treinta años no ha
sido suficiente. Haría falta un “derecho a decidir” más o menos
camuflado y digerible. Por ejemplo decidimos todos primero que
decidan los que quieran por separado, o bien que decidan primero por
separado y luego decidimos todos. Sería la reforma de la “Claridad”.
Lo único claro sería la instauración del principio de una
soberanía fragmentada o de fragmentos de soberanía. Pues
evidentemente con lo del “derecho a decidir” lo que está en
juego no es el huevo sino el fuero. Los podemitas son más sinceros y
visibles, como se dice ahora: hagámoslo con un proceso constituyente
y de paso echemos a la monarquía.
Pasemos
a los argumentos. Los federalistas/confederalistas proponen la
primera opción y amagan con la segunda. Saben que de no controlarse
la federación se precipitaría la confederación (los fragmentos
soberanos). ¿Por qué entonces tanto riesgo? Los argumentos
coinciden por ejemplo con los que trata de liderar García Margallo
la negociación con “Cataluña”: a sabiendas de que a los
separatistas una reforma u otra les importa menos que a un logsero
saber latín,griego o español, hay que ganarse a los no
separatistas. Claro que esto sólo tiene lógica y fundamento si una
parte de los nacionalistas se ha apuntado al separatismo por
confusión pero dejaría de hacerlo. ¿Les bastaría la gestión de
la pasta y una declaración de amor? ¿Tantos son que tanto merecen?.
Habría otros que son antindependentistas y además no nacionalistas,
y además en el fondo y algunos en la forma, “españolistas” o
“constitucionalistas”. A estos también se propone “que hay que
ganárselos”. ¿por que de verdad las “nacionalidades históricas”
reciben un trato injusto, tan injusto que requiere una revisión de
los cimientos? ¿Por que no están convencidos de lo que sienten y
piensan? ¿por que necesitan razones y motivos para no sentir la
vergüenza de no ser separatistas? ¿porque por encima de todo hay ue
ser elegantes?
Todos
los vericuetos conducen a la reforma de la Constitución. Una vez que
su “necesidad” domina el discurso político político, sólo
falta pasarlo a la calle. Ortodoxia completa. Pero entre tanto está
en juego el torneo de los campeones. Los “reformadores” están en
la disputa por el honor de quien es el campeón de la reforma a la
vista de todos, con independencia de quien la lidere prácticamente.
Pero la disputa no dirime qué reforma es necesaria, quien es más
necesario para la reforma X.
Ya
se sabe una cosa es cual es el modelo de coche más seguro y otra
cosa es el coche que tiene la imagen de ser el más seguro. En esas
estamos y nadie puede apartarse.
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