sábado, 12 de noviembre de 2016

BERGOGLIO Y EL COMUNISMO


Lo más preocupante no son las declaraciones en sí, sugiriendo un aire de familia común entre el cristianismo y el comunismo, una generalidad abierta a múltiples interpretaciones, sino lo que revela de falta de conciencia y de sensibilidad hacia el daño que ha hecho el comunismo a la humanidad y el que puede seguir haciendo.

No se pueden comparar las ideas o las filosofías prácticas como meros sistemas teóricos haciendo abstracción de su práctica histórica. Cuando se revisó el stalinismo o el maoísmo se achacaban sus atrocidades al culto a la personalidad o a errores personales, como si los principios del comunismo pudieran llevar a algo diferente.

El Papa y los teólogos de la liberación no quieren ver, o no pueden ver, lo que hay de profundamente erróneo en el comunismo, en gran medida porque interpretan el cristianismo a la luz del marxismo a partir del supuesto erróneo de que el comunismo se alimenta de la savia del cristianismo.

Sobre esto hay escritos mares de tinta y se debe seguir escribiendo mucho más, aunque sirva de poco, a la vista está. Me limito a sugerir dos cosas: que si el mensaje de Jesús es el que Bergoglio le atribuye, Judas se hubiera comportado como un idiota al traicionarlo; que no se puede hacer abstracción de que la prédica de Jesús daba por hecho la venida inminente del reino de dios y que el cristianismo se tuvo que rehacer cuando esta expectativa se fue diluyendo.

Por lo que al fondo de lo que Bergoglio plantea, el problema no es la erradicación de la pobreza sino cómo hacerlo, o mejor cómo ir la erradicando. Me temo que ni la ingeniería social ni la ingeniería moral tienen la varita mágica, ni juntas ni separadas, y que Iglesia, por muy presa del pánico que se encuentre ante la secularización universal y su pérdida de influencia, tendría que reflexionar más profundamente eso de “al Cesar lo que es del Cesar, a Dios lo que es de Dios”, que es en gran medida la clave de la identidad cristiana frente a otras religiones monoteístas, en lo que a relación entre política y religión se refiere. Entre otras cosas eso podría ayudar a la Iglesia desprenderse de los resabios que le hacen creer que las relaciones económicas y políticas son facetas de las relaciones morales y religiosas.

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