¿Por
qué no denuncia Schez la complicidad podemita con el secesionismo?
La
pregunta es pertinente desde el momento que Podemos se ha convertido
en la cuña del secesionismo, de todos los secesionismos posibles, en
la sociedad española. Y además sin sonrojo y con la cara-dura bien
alta. Cabía la presunción de que, en el primer proceso electoral,
tal opción fuera un pretexto para no formar gobierno con el PSOE y
“sorpasarlo” a renglón seguido. Ahora que no parece venir esto
al caso ya se ha cristalizado la “unidad de destino” del
podemismo con los nacionalismos secesionistas. En la estrategia
podemita cuenta tanto la tentación revolucionaria como el hecho de
que los más activos seguidores se comunican ideológicamente con el
nacionalismo radical de tal forma que son indistinguibles. Por mucho
que una parte de su público sea ajena al nacionalismo y otra parte
vea en Podemos una alternativa de izquierdas al nacionalismo, estos
reticentes bien pueden tragar ante el fin supremo de acabar con las
derechas.
Aunque
Schez tuviera simpatía por el fetiche del “derecho a decidir”,
cosa que desconozco y que, es de temer, podría él mismo también
desconocer a la manera zapateril; por muy simple que este “líder”
sea, no puede desconocer que, de inclinarse ante dicho fetiche, el
PSOE estallaría en mil pedazos. Pero el hecho de que “tantee” la
formación de gobierno con los avalistas podemitas del susodicho
fetiche, como si la carta no estuviera sobre la mesa, indica que su
estrategia de supervivencia personal está indisolublemente unida a
la formación de un gobierno frente populista, a pesar de los
pesares, incluso más allá de este ciclo electoral y para el caso de
nuevas y sucesivas elecciones.
Resultando
el fetiche por ahora inasumible, los Sanchistas estarían a la espera
de que o bien Pablemos se avenga a abandonarlo o a que cobre cuerpo
la contestación interna de los podemitas “sensatos”. O que los
barones al final “comprendan”, vayan Vds. a saber. En ese
escenario se prevé la entrada en las terceras elecciones. Camino a
ello Sanchez tiene que ofrecer subliminalmente al menos la
expectativa del “gobierno del cambio”, expectativa que quedaría
minada si entra en polémica abierta con los podemitas. Como no puede
denunciar la complicidad podemita con el secesionismo ni tampoco
venerar el fetiche, no queda otro remedio que tratar de que la
responsabilidad por no formar gobierno frente populista y por
provocar nuevas elecciones recaiga en la “incompatibilidad” entre
C,s y Podemos.
De
todo esto resulta que el fetiche secesionista adquiere carta de
ciudadanía y que los podemitas pueden alardear de sus nuevas
convicciones sin repudio alguno y con todo descaro. En el PSOE sigue
presente que la defensa abierta de la unidad de España los alinea
con las derechas y distrae al público de su cruzada contra la
corrupción, “la de la derecha” claro está. En el público en
general queda la sensación de que el secesionismo es un lío entre
los políticos y una mera fantasmada.
Ante
el horizonte cercano de que los secesionistas catalanes se decidan a
proclamar e implementar la independencia, el panorama nacional no da muchas señales
de entereza: un cuarto de la sociedad española-los podemitas- puede
apoyarlos o incluso movilizarse a su favor, a otro cuarto-los
socialistas- sólo le preocupa disculparse culpando a la derecha por
inmovilismo y “falta de diálogo y soluciones”, mientras que en
la derecha en general, salvo quizá alguna a excepción, prima el
miedo a ser sospechoso de echar leña al fuego.
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