El
nada óptimo estado de salud del PSOE lo demuestra que la propuesta
podemita de listas conjuntas para el Senado no sea tomado como una
ridícula extravagancia, sino como una pillería exploratoria. Tanto
que importantes baronías del PSOE están en ello. Pero algunos
sugieren que el pacto de ultraizquierda no sólo obliga al PSOE a
enfrentarse a esta deriva totalitaria por necesidad, sino que es la
gran ocasión para hacerlo.
Pero contra toda lógica y salvo
cataclismo no se hará de la necesidad virtud. El “cordón
sanitario” no tiene vuelta atrás, aunque la intelligenstia
del PP no quiera creerlo. Pero sobre todo es que a los socialistas no
les sale del alma. ¿Acaso el PSOE cree en la soberanía nacional, la
iniciativa privada y el pluralismo? Si lo cree no lo siente de la misma forma
que en el Estado social, las autonomías o el laicismo, bienes
sin duda que venerables. Mas bien acepta lo que hay que
compartir con la derecha, pero con el mismo entusiasmo que, en su tiempo,
un vikingo el cristianizarse. Eso sí, siempre y cuando no se dé
a pensar en la existencia de la más mínima coincidencia con la
“derecha”. Que aún hay clases y fachas.
Donde
se sigue jugando la partida de verdad es en los bastidores de
Cataluña, donde Izeta y los de la Colau trabajan la fórmula que
pueda convencer a todo el PSOE de sumarse al referendum separatista.
De ello depende el pacto frentepopulista de verdad, y no del
divertimento podemita que es la digestión del botellín.
A la espera
de que llegue alguna propuesta “aceptable” desde Cataluña o que,
sino al menos, Podemos rebaje su euforia nacionalista, al PSOE de
Sanchez y de casi todos los demás no le queda más que marcar alguna
distancia con los podemitas apelando al orgullo de Partido,
reclamando, como los godos triturados por los arabes hacían de la
antigua Hispania, el patrimonio de la tradición socialista y de
izquierdas. Que al menos los socialistas de “toda la vida”
acompañen la agonía.
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