sábado, 16 de enero de 2016

NUESTRA DEMENCIA


La locura de Sanchez sólo merecería una nota en las crónica de sucesos, tan abundantes y estridentes, sino es de temer que sea la representación de la locura y el desamparo ideológico que agita a los militantes socialistas, sino a sus votantes y público afín. Resulta enternecedor sino patético cómo algunos veteranos socialistas creen que sólo estamos ante el “Partido de Sanchez”. Pero ZP no obraría de forma muy diferente a como lo hace este lebrel, su lebrel. Al fin y al cabo ZP fue descabalgado cuando no se atrevió a seguir haciendo de ZP con todas las consecuencias, y no creo que procediera sensatamente tanto por amor a España y el bien ciudadanía, sino por simple temor.
Y ahora todo lo que cuenta en el PSOE son versiones y remakes zapateriles. Estamos ante una mentalidad cuajada, no me atrevería a denominar ideología, con la particularidad de que se ha extendido viscosamente y sin que se note, como la humedad va impregnando las paredes. Pero cómo ha sido esto posible es otra cuestión.
Me llamó la atención que Sanchez, al presentarse para presidir el Partido, su programa fuera hacer lo que los militantes quieren. Seguramente esto es todo. Me lo imagino cuando al recorrer España se albergaba en casas de militantes, estos le pedirían “dales caña”, y él, bien convencido, no dudaría que eso es lo que procede. Más bien uno se malicia que el acercamiento a los podemitas y las huestes antisistema no sea una maniobra oportunista para no quedar descabalgado, sino que tiene de mucho de competencia por liderar una misma fe.
No es casual que las voces de alarma tengan por objeto lo que pueda pasar con la unidad nacional. ¿Por qué Sanchez no se iba a atrever a saltar el Rubicón cuando el partido ha llegado a la orilla? Pero en no menor medida debiera llamar la atención que, exceptuada esta preocupación, se dé por hecho la coincidencia de fondo con los chavistas. Como si con estos se pudiera ir de la mano sin mayores problemas en la defensa del Estado de bienestar, cosa que requiere un mínimo de seguridad económica, y en las garantías del Estado de Derecho y la democracia. En el caso del PSOE cabe sospechar que su neutralidad y condescendencia dialéctica ante las ínfulas bolivarianas de los podemitas, durante las elecciones y después, obedeciera no sólo a dejar abierta la puerta del acuerdo de gobierno, sino al convencimiento de que “los suyos” se incomodarían y desconcertarían de entrar en polémica “entre la izquierda”.

Se da por supuesto que el público medio del PSOE y de la izquierda en general ama España o al menos está por la unidad de España. Estoy de acuerdo pero hay que matizar. En gran medida lo está como lo está por la unidad de la tierra o por que la tierra siga dando vueltas alrededor del sol. Es decir, en la mentalidad de la izquierda no existe el problema de la unidad de España, o si lo prefieren de otra manera, de la permanencia dela Constitución y del democracia, como problema político. No les gustan los separatistas, excepto donde hay separatistas, con los que sienten un cierto aire de familia en común. No les gustan los separatistas pero les parece que están en su derecho y que si hay problema es por falta de diálogo. Y que en todo caso se trata de una coartada de la “derecha extrema”, siempre la derecha es extrema, para mantenerse ilegítimamente en el gobierno.

Se da por supuesto que los barones no pueden permitir que se ponga en cuestión la unidad de España. Cierto, pero aunque quieran la unidad de España, dudo que alguno vea que exista el problema de la unidad de España, que la existencia de España pueda peligrar por la acción de los separatistas. En todo caso prima la idea de que el verdadero peligro viene de los “separadores”. Ante la posibilidad de gobernar impera “la Razón de Partido” y la razón de estado, o sea la unidad de la nación, es una variable dentro de esta razón de partido. Incluso la idea de nación puede consistir en lo que conviene al Partido que sea la nación. ¿Pues no es esto un caso más de que lo que conviene al Partido es lo que conviene a “españa”?.

Y por lo que respecta a la otra rama de la familia. Dejando aparte sus “mareas”, bien reconfortadas si así fuera, ¿cree alguien que a los podemitas, le va a perjudicar un ápice la reclamación del “derecho a decidir”? ¿algún presunto votante pensaría en lo que eso significa y sus consecuencias?La demencia política empieza en el punto en que la multitud cree que es bueno arrancarse un brazo o cegarse un ojo si de esta manera quien es objeto de su odio se queda sin algún dedo o sin oreja.

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