Cualquiera se expone a
ser tildado de incitación al españolismo y de cavernícola extremo,
si advierte de la anomalía que supone el miedo a usar normalmente la
palabra España y no digamos a defender su unidad o su simple y
legítima existencia. Y la anomalía no es sólo por el asunto en sí,
sino por lo que revela del desequilibrio que aqueja al la opinión
pública y al orden político en España.
Pablemos no puede
presumir de originalidad al repugnarle tal expresión, pero tampoco
de inmensa valentía. Su enemigo “españolista” es una ilusión
conveniente de una realidad en proceso de extinción. Ni la derecha
tradicional se atreve a entrar en este fregado, mientras que en general
entre los progresistas patriotas e incluso los liberales y
conservadores predomina el recurso al eufemismo, como el
“patriotismo constitucional”, la Constitución o el Estado..etc
para sortear esta incomodidad. Sólo el C,s, al aparecer de una forma
bastante inocente, en las circunstancias conocidas, sin nutrirse del
discurso que se impuso tras la transición, parece librarse de ese fórceps y poder hablar con naturalidad de España, sin ser acusado de
facha.
Pero la aportación
novedosa de Pablemos es, como en tantas otras cosas, su sinceridad.
El podemita dice abiertamente lo que sus mayores sienten o barruntan
que sienten, pero no se atreven a confesar.(Aunque, dicho en honor de
ZP, este ya lo dejaba caer). Es tremendamente diáfano por mucho que
no se quiera ver. Puede así decir la verdad y disimular a
conveniencia o dejándose llevar por la sinceridad, a sabiendas que
no se le va a pasar cuenta. En el caso de la intervención en que
manifestaba su incapacidad de pronunciar la palabra “España”, se
notaba que no sólo rechazaba esa expresión, sino que le repugnaba
de una forma como animal. Lo cual no es óbice para manifestarse
cuando quiere como un “patriota” (¿de qué) o con "sentido de
Estado" (¿de cual?).
Por eso preguntarse por
lo que piensa sobre la naturaleza de la realidad en la que instala su
discurso y machaca con sus consignas es bastante inútil. Seguramente
ni se lo ha preguntado, ni le importa. Así compartiremos su
ignorancia sobre si su repugnancia tiene por objeto a esta España, a
España como tal o al hecho de que no existiendo España se hace
pasar por existente. Tampoco, para pasar de la metafísica a la
política, si cree que de haber República existiría España o al
menos no sería repulsiva, o si de cualquier forma “esto” es una
“cárcel de pueblos” o una nación que oprime a otras vecinas, o
que sólo existiendo las naciones de Cataluña, el País Vasco y
Galicia, el resto es Castilla o cualquier cosa, sin saberse si es
nación o qué. O que, vaya Vd. a saber, España, es sólo un invento
de los ricos y los curas.
Tal déficit tampoco es
muy relevante en sí mismo, salvo por expresar un estado de opinión
colectivo acostumbrado a moverse entre la esquizofrenia y la
frivolidad en un asunto tan elemental y vital a la vez. Lo
verdaderamente peculiar que debería ser objeto de especial
investigación y estudio por lo politólogos, historiadores,
sociólogos y hasta psicólogos, es la inmensa desafección colectiva
que cunde en “este país” a la idea de España y a la idea de
nación. Lo que también significa la desafección que siente una
parte de la ciudadanía a ser ciudadanos, pues no se puede ser
ciudadanos en el cielo, de momento.
Que yo sepa es un
fenómeno único en el mundo y me atrevería a decir en la historia.
Porque el sentimiento patriótico en cada país tiene sus altos y
bajos, también reacciones contra su manipulación, tan constante
desde el poder o desde grupos totalitarios y nacionalchovinistas, o
incluso el rechazo del mismo en nombre por ejemplo del
internacionalismo...etc, pero no se da el caso simplemente de dar la
espalda a la propia realidad, como si a un médico le repugnase el
término medicina, o un moralista negase la necesidad de decir la
verdad y el uso del mismo término verdad.
Seguramente el asunto
pasa inadvertido en la esfera de la teoría y de las comunidades de
estudiosos porque debe parecer inconcebible, como la cuadratura del
círculo o la piedra filosofal. Tampoco tiene sentido tratar aquí
tamaño misterio, pero dudo que remita a factores circunstanciales,
ni siquiera a evidencias como la reacción a la manipulación que
hizo la dictadura franquista, la decadencia de los Estados nacionales
o la idea de Estado Nación en la época de la globalización, la
progresiva fe en Europa, la heterogeneidad característica de España
y lo español..etc
Tiene que haber algo muy
profundo ligado a nuestra historia y las peculiaridades de nuestra
cultura . Sea por lo que sea uno sospecha que este misterio merece
ser estudiado, pero sólo por quienes quieran satisfacer una
necesidad intelectual o la simple curiosidad, amén por lo que pueda
ilustrar sobre el rumbo de la historia presente y la naturaleza
humana.
Porque quizás no tenga
mucho sentido hacerlo con el propósito práctico de ayudar a
corregir o sanar el fenómeno. En esto uno se malicia que poco se
puede hacer, salvo aprovechar algún milagro si sucede o seguir como
si no pasara nada, que también se puede ir tirando.
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