Es verosímil que los
altos estados electorales tengan que dilucidar como paso previo al plan de campaña si hay que tratar a las gentes del
pueblo como adultos políticamente o como niños.
Se parte de que la
tradición instaurada por el bipartito ha convertido al público en
un niño al que se ha hecho creer que es un adulto. Pero la
emergencia de los emergentes hizo temer que hubiera que hablar de
política en serio, afrontando los asuntos calientes en su gravedad
debida, ante el hecho inevitable de que el niño se ponga en plan de adulto. Lo que
obligaría a pensar en algo, en algo distinto al menos de los tópicos
y las gracietas.
A ello se añade que la
gravedad de la rebelión nacionalista catalana, la yihad y la defensa
nacional el capitalamigismo que ha estallado con Abengoa, el
totalitarismo bananero..., además de los asuntos sempiternos como
la corrupción, la justicia, la educación ….tendrían que pesar
por sí mismos en la conciencia del pueblo, sin que nadie tuviera que
apremiarlo. Al contrario, abonaría que los políticos se sintieran
apremiados por el pueblo.
Pero esto no sucede o
sucede en muy escasa medida. En estas los primeros escarceos
electorales han traído la sorpresa, relativa al menos, de lo que
disfruta el pueblo siendo tratado infantilmente en el sofá ante la
tele. La misma Carmena encuentra su gusto y tal vez vocación
particular en tratar a los madrileños como parvulitos y por lo que
se dice recibe a cambio mucho agradecimiento y comprensión. Y no
digamos lo bien sintonizado que anda don Pablo, ya experto en cantar
nanas a los de la tercera edad.
No pocos asesores y
aspirantes deben mosquearse, sino será que en realidad el público
se comporta como un sádico que disfruta poniendo a los políticos en
ridículo, so pretexto de conocer su lado humano. Pero aunque así
fuera todo indica que lo más prudente es pasar por el trago a la
espera de que el público se enternezca. Y además los protagonistas
se lo pasan guay.
Se dirá que cada partido
tiene su estilo y su discurso, que unos tratan al público como un
niño y otros como adulto. Pero en esto lo que cuenta, como en todo
lo referente a la sociedad de masas, es el término medio, el
ambiente y el tono general, la mercadotecnia en suma. De descuidarlo
se corre el peligro mortal de salirse por la tangente en plena
campaña. Así lo que no se puede obviar es que un público
acostumbrado a que todo tiene que ir bien, sin sacrificios, ni
molestias;que si algo va mal es culpa de “los políticos” y no de
las políticas que estos siguen; que en suma los asuntos de gobierno
y del bienestar común es cosa de “los políticos” y no de
política, no puede afrontar nada en su gravedad de golpe y porrazo.
Por eso lo más probable
es que todo transcurra en el escenario de las sensaciones y de
las fantasías, no en el de las ideas y argumentos. Que los políticos
como los publicistas han de crear sensaciones y que así la gente lo
agradece. Y mejor no tener ideas, es decir una percepción de la
realidad en su crudeza, o en lo que esta tenga de crudo, no sea que
se comuniquen y se fastidie la campaña. En este sentido Rajoy podrá
presumir de que, si sale derrotado, lo hará con las botas puestas,
las botas del pasotismo en su versión conservadora, que aquí no
pasa nada y que nadie se va a tener que molestar para nada. Porque el
que venga detrás si viene alguno no tendrá otras botas que calzar.
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