Vaya por delante mi
entusiasmo por los gustos culturales filosóficos del líder
podemita. Imagínense mareas podemitas enarbolando la “ “Ética”
de la Razón práctica” (o como se llame) en grandes
manifestaciones por la Paz Mundial y el amor entre todos los
“humanes”, (como dice el filósofo Mosterín para significarnos
entre los animales), en lugar del “Libro Rojo” o ni siquiera el
“Libro Rojo del cole” o las obras completas de Chaves y Maduro,
que deben estar al caer, con suerte.
Pero a lo que más me
preocupa. Todos coinciden en que el disfraz socialdemócrata de
moderada centralidad del líder podemita pretende seducir al público
socialista habitual. Se ve como algo obvio y hasta natural, pero
debiera mover a cierta perplejidad.
Porque en primer lugar,
quien mas quien menos de este espectro sociológico sabe, sin
necesidad de bucear mucho en lo profundo de su alma política, lo
bien encastados que están los lideres podemistas en el chavismo,
madurismo, castrismo y cualquier bananismo totalitario que se precie.
Y que si pudieran hacer lo que quisieran no les temblaría el pulso.
Porque en segundo lugar y
a pesar de eso les mola el susodicho, no por lo que aparenta o quiere
aparentar, sin mucha convicción y con gran desgana, dicho sea de
paso, sino por lo que verdaderamente es y así se sabe.
Pero sin embargo no le
votarían sino aparentase ser lo que no es, o por lo menos así
parece. Es que ahora queda mas lustroso Kant que Lenin, Trotski o
Mao. Y no digamos Olof Palme comparado con el mismísimo Fidel.
No es tanto así Don
Pablo quien necesita aparentar, sino cierto público el que necesita
que se les aparente. Hay que quedar seducido, pero con buena
conciencia y sobre todo buenas formas. Así Doña Ines sabía
de la catadura del truhán seductor, y lo que deseaba en verdad del
mismo, pero no caía rendida y engañada por los versos y susurros a
la luz de la luna trianera, sino por que los versos escénicos la
hacían respetable. “Me despojo en cuerpo y alma pero
respetablemente”, seguramente pensaría si supiese su intención.
A los socialistas les
tienta del podemismo que parecen ser lo que ellos, los socialistas de
toda la vida, siempre les hubiera gustado ser sin haber podido. Lo
que estaba oculto en su armario político, si se permite la
vulgaridad. Pero a la mayoría, que son gente educada y que se siente
demócrata de verdad y de toda la vida, además de social...,
seguramente les daría vergüenza llegado el caso saberse
responsables de haber alzado a un tirano de coleta en pecho. Por lo
menos muchos todavía tienen aprensión.
Más allá de esta
empanada psicopolítica se alumbran otros detalles de interés.
También el Próces catalán descubre especímenes que abundan en lo
mismo en lo mismo: la convicción generalizada de que las tomas de
posición política que uno haga no afectan a la vida y el interés
personal, ya no digamos social o general.
Cada vez estoy más
convencido de que sucede lo contrario de lo que dice la teoría o
incluso el sentido común. Veamos algún caso.
Se dice que los votantes
de la CUP o una buena parte de ellos, bien lejos de guardar parecido
alguno con los verdaderos anarquistas cuya herencia invocan,
pringados de sudor, descamisados y con un par de alpargatas por año,
son mas bien yuppies, ejecutivos junior y enteradillos a la manera de
los jóvenes aunque sobradamente preparados. Pues bien estos reclaman
un mundo que de existir de verdad les haría huir despavoridos a
donde quedase alguna sombra de multinacional prestigiosa.
Seguramente los que
quieren ser seducidos por los podemitas, no los de recio abolengo
crecidos en las capillas universitarias, son honrada clase media, con
todos sus incontables grados y matices, que se pirran por los Black
Friday, tanto cosmopolitismo nos honra, aunque despotrique de ello a
poco que se ponga una tertulia a tiro. En el fondo no nos lo pasamos
mal, pero la bella conciencia dice: el sistema es un desastre, tanta
injusticia e insolidaridad es insoportable.
Para el que se desahoga
con su voto y utiliza este como instrumento para quererse a sí
mismo, la sociedad y los procesos políticos son una película en la
que por un momento cree poder ser protagonista o incluso actor
principal, haciendo gala de cabreo y justa indignación. Pero en la
idea de que una vez la película acaba y todo sigue igual. O incluso
más aún, todo puede cambiar como se decía en el Gatopardo, pero
uno seguirá igual..de bien.
Pues que siga la función,
siempre que se guarden las formas.
Posdata. Tenga éxito o
fracase don Pablo Iglesias se le debía agradecer su esfuerzo por
disfrazarse de buenas formas, señal de que las miserias a las que
obliga la toma del poder no desdicen la buena crianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario