lunes, 21 de septiembre de 2015

GRACIAS, SEÑOR F. TRUEBA


Comentario a la gentileza del Sr. F. Trueba al aceptar un premio nacional que debe considerar abominable y que además no es la Legión de Honor.
Al recibir ese Premio, que debe hacer honor a los méritos demostrados en el ejercicio de su oficio, el Sr. Trueba confesó que “nunca se había sentido español”. Llama la atención que resaltase el “nunca”, como si no sentirlo fuese “de nación”, vamos de ADN, según la expresión de Don Miguel de Unamuno, a quien no debe venerar mucho. Dado que no añadió algo así como que no se sentía español porque no se había visto en la necesidad de sentirlo, se deduce que quiere decir algo más que simplemente: “no me gusta España, u odio España”. ¿Qué puede significar entonces sentirse o no sentirse español, o francés o terrícola? El Sr. Trueba debe saber de sobras que por ser ciudadano español es español, con lo que dice “soy español, pero no me siento español” . Solo de esta manera la frase tiene algún sentido, pues no tendría sentido decir, siendo español, que no se siente inglés o japones. El Sr Trueba busca destacar un significado y como no hay que dudar de su progresismo proverbial, debe ser lo que proclama la máxima de Terencio (atribuída a Virgilio), con algún remiendo: “todo lo humano me importa, sobre todo si es francés, excepto lo español”. Lo que, dicho sea de paso, demostraría el máximo grado de progresismo del que es capaz un progresista español que se precie.. Pero prosigamos con el enigma. Si por ejemplo el Sr. Trueba dijera “no me siento F. Trueba”, se tendría derecho a pensar que algo raro pasa en su mente. Incluso si dijera “me siento F. Trueba”, aunque en este caso podría resultar algo comprensible. “El pobre se ve tan cuestionado, sufre de tanta tensión interna, que tiene que reafirmarse”. Si además dijera: “soy F. Trueba, pero me siento Napoleón o Renoir, o incluso Depardieu”, tendríamos la sensación de que vive sin vivir en sí. Pero no hay que entrar en vericuetos tan psicológicos y tan complicados y todo puede ser más sencillo. Lo que me atrevo a conjeturar que verdaderamente significa sería: “Soy F. Trueba, pero no soy responsable de mí mismo” Oído esto la alarma sería tal que todos se pondrían a hacer jaculatorias por su alma o panegíricos de su obra. De la misma forma viene a decir: “soy español, qué remedio, pero no soy corresponsable con los demás ciudadanos españoles”. Pero por el contrario en este caso muchos sin duda aplaudirían tal efusión, como signo indudable de amor a la humanidad. Ahora si bien se mira debemos aceptar que no hay tanta diferencia y que en el caso real el Sr. Trueba sufre y participa de una patología social, de la misma forma que sufriría de una patología psicológica si dijera “no soy responsable de mí mismo”. Guste o no guste, nos sintamos corresponsables o no, todos los ciudadanos de un país somos corresponsables del porvenir de ese país, pues lo que hacemos, pensamos u omitimos, cuenta, según la responsabilidad e influencia de cada cual, en el porvenir de ese país, es decir del conjunto de sus ciudadanos. Incluso el Sr. Depardieu al escapar con su fortuna de Francia declarándose libre de la responsabilidad de ser francés, estaba haciendo uso de su corresponsabilidad e influyendo tanto en Francia, aunque de otra forma, como si se hubiera quedado. Igual que estamos condenados a ser libres, Sartre dixit, lo estamos a ser corresponsables de la sociedad en la que vivimos, es la vertiente social de la libertad.
Naturalmente si la frase de nuestro autor es jugosa no se debe a lo que tiene de sincera y graciosa, por mucho que lo pudiera ser, ni al contexto en el que se produce y que el beneficiario hace objeto de burla, sin duda por su amor a la comedia, sino a lo que revela de la extensión que puede tener esta patología social en España. Pues bien sabido es lo arraigado de este modo de pensar en una parte notable de la población, precisamente la más activa e influyente políticamente, e incluso ideológicamente. La parte que hace del activismo político e ideológico la razón de ser de su vida, por contraste con el “ciudadano medio” que se refugia en su casa para ver lo que pasa y escuchar lo que se dice. Ahora cuando muchos españoles se empiezan a preguntar atónitos y espantados “¿pero qué daño les hemos hecho a los catalanes?”, también sería pertinente preguntarse “¿pero qué daño les hemos hecho al Sr. Trueba y a tantas eminencias como él?”. Seguramente conocer esto ayudaría mucho a conocer lo anterior. Pero sobre todo si fuéramos capaces de preguntarnos “¿pero qué daño nos hemos hecho a nosotros mismos para que nos queramos tan poco?”, “nos hemos hecho tanto daño de verdad como parece?”.
Postdata.
Dado que se acercan los tiempos en que hay que reconocer singularidades o alguna singularidad, es la oportunidad de reconocer constitucionalmente la singularidad de España. La singularidad, única en el mundo, de un país en el que que ideas como la del Sr. F. Trueba no sólo no se ven como excentricidades, sino como admirables muestras de ingenio y de decencia, que no demencia, cívica.

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