Comentario a la gentileza del Sr. F.
Trueba al aceptar un premio nacional que debe considerar abominable y
que además no es la Legión de Honor.
Al recibir ese Premio, que debe hacer
honor a los méritos demostrados en el ejercicio de su oficio, el Sr.
Trueba confesó que “nunca se había sentido español”. Llama la
atención que resaltase el “nunca”, como si no sentirlo fuese “de
nación”, vamos de ADN, según la expresión de Don Miguel de
Unamuno, a quien no debe venerar mucho. Dado que no añadió algo así
como que no se sentía español porque no se había visto en la
necesidad de sentirlo, se deduce que quiere decir algo más que
simplemente: “no me gusta España, u odio España”. ¿Qué puede
significar entonces sentirse o no sentirse español, o francés o
terrícola? El Sr. Trueba debe saber de sobras que por ser ciudadano
español es español, con lo que dice “soy español, pero no me
siento español” . Solo de esta manera la frase tiene algún
sentido, pues no tendría sentido decir, siendo español, que no se
siente inglés o japones. El Sr Trueba busca destacar un significado
y como no hay que dudar de su progresismo proverbial, debe ser lo que
proclama la máxima de Terencio (atribuída a Virgilio), con algún
remiendo: “todo lo humano me importa, sobre todo si es francés,
excepto lo español”. Lo que, dicho sea de paso, demostraría el
máximo grado de progresismo del que es capaz un progresista español
que se precie.. Pero prosigamos con el enigma. Si por ejemplo el Sr.
Trueba dijera “no me siento F. Trueba”, se tendría derecho a
pensar que algo raro pasa en su mente. Incluso si dijera “me siento
F. Trueba”, aunque en este caso podría resultar algo comprensible.
“El pobre se ve tan cuestionado, sufre de tanta tensión interna,
que tiene que reafirmarse”. Si además dijera: “soy F. Trueba,
pero me siento Napoleón o Renoir, o incluso Depardieu”, tendríamos
la sensación de que vive sin vivir en sí. Pero no hay que entrar en
vericuetos tan psicológicos y tan complicados y todo puede ser más
sencillo. Lo que me atrevo a conjeturar que verdaderamente significa
sería: “Soy F. Trueba, pero no soy responsable de mí mismo”
Oído esto la alarma sería tal que todos se pondrían a hacer
jaculatorias por su alma o panegíricos de su obra. De la misma forma
viene a decir: “soy español, qué remedio, pero no soy
corresponsable con los demás ciudadanos españoles”. Pero por el contrario en este caso muchos sin
duda aplaudirían tal efusión, como signo indudable de amor a la
humanidad. Ahora si bien se mira debemos aceptar que no hay tanta diferencia y que en el caso real el
Sr. Trueba sufre y participa de una patología social, de la misma forma que
sufriría de una patología psicológica si dijera “no soy
responsable de mí mismo”. Guste o no guste, nos sintamos
corresponsables o no, todos los ciudadanos de un país somos
corresponsables del porvenir de ese país, pues lo que hacemos,
pensamos u omitimos, cuenta, según la responsabilidad e influencia
de cada cual, en el porvenir de ese país, es decir del conjunto de
sus ciudadanos. Incluso el Sr. Depardieu al escapar con su fortuna de
Francia declarándose libre de la responsabilidad de ser francés,
estaba haciendo uso de su corresponsabilidad e influyendo tanto en
Francia, aunque de otra forma, como si se hubiera quedado. Igual que
estamos condenados a ser libres, Sartre dixit, lo estamos a ser
corresponsables de la sociedad en la que vivimos, es la vertiente
social de la libertad.
Naturalmente si la frase de nuestro
autor es jugosa no se debe a lo que tiene de sincera y graciosa, por
mucho que lo pudiera ser, ni al contexto en el que se produce y que
el beneficiario hace objeto de burla, sin duda por su amor a la
comedia, sino a lo que revela de la extensión que puede tener esta
patología social en España. Pues bien sabido es lo arraigado de
este modo de pensar en una parte notable de la población,
precisamente la más activa e influyente políticamente, e incluso
ideológicamente. La parte que hace del activismo político e
ideológico la razón de ser de su vida, por contraste con el
“ciudadano medio” que se refugia en su casa para ver lo que pasa
y escuchar lo que se dice. Ahora cuando muchos españoles se empiezan
a preguntar atónitos y espantados “¿pero qué daño les hemos
hecho a los catalanes?”, también sería pertinente preguntarse
“¿pero qué daño les hemos hecho al Sr. Trueba y a tantas
eminencias como él?”. Seguramente conocer esto ayudaría mucho a
conocer lo anterior. Pero sobre todo si fuéramos capaces de
preguntarnos “¿pero qué daño nos hemos hecho a nosotros mismos
para que nos queramos tan poco?”, “nos hemos hecho tanto daño de
verdad como parece?”.
Postdata.
Dado que se acercan los tiempos en que
hay que reconocer singularidades o alguna singularidad, es la
oportunidad de reconocer constitucionalmente la singularidad de
España. La singularidad, única en el mundo, de un país en el que
que ideas como la del Sr. F. Trueba no sólo no se ven como
excentricidades, sino como admirables muestras de ingenio y de
decencia, que no demencia, cívica.
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