Me desayuné el
sábado con la última deposición (perdón igual conviene decir
“aportación”) de don Felipe González. Una ducha escocesa. Que
ahora Cataluña no se debe independizar, que ahora hay que
reconocerla como nación. Recuerdo que no hace mucho Don F. Gonzalez
decía que, de separarse Cataluña, España sería irreconocible.
Igual quiere promover un concurso para ver en lo que este extraño
fenómeno quedaría, de consumarse la separación, y ponerle algún
nombre. Es de suponer que cuenta con que la nación jurídica es
una nación soberana, aunque en uso de esa soberanía delegue
atribuciones a otras instituciones. También es de suponer que no
cree en las pamplinas zapateriles sobre la diferencia académica
entre la nación cultural y la nación política, aunque se refugie
en ellas, diciendo que el reconocimiento de “la singularidad” se
quedaría en la lengua y la identidad cultural. Vamos ya. Es obvio
que este “reconocimiento” sólo tiene sentido si lleva aparejado
el derecho de autodeterminación, y don Felip G. es el primero que lo
sabe. Se desprende que la coherencia entre la misiva a los catalanes
y la declaración de la entrevista, estriba en que pide a los
catalanes que no ejerzan su "derecho a decidir" hasta que lo
reconozca la Constitución y que al ejercerlo entonces no se
independicen, pues sería malo para ellos y, lo que no es moco de
pavo, pondría en evidencia a las élites socialistas entre otros.
Por si alguien, como
uno mismo, tenía la ilusión de que había alguna disidencia
significativa, al menos testimonial, en las filas socialistas, y
situaba a la autoritas de don Felipe G. a la cabeza de la sensatez,
esta postrera aclaración, necesaria para esclarecer el sentido de
la primera misiva, deja las cosas en su sitio. Todo esto anda al
paso con lo que parece la apuesta Pedrista por la Confederación
integral, es decir con derecho a la autodeterminación incluido. De
paso eso sentaría una sólida base para pactar con los podemitas el
gobierno de la nación o de lo que sea.
Hagamos abstracción de la
bondad o conveniencia de esta alternativa de “reforma
constitucional”. Por supuesto me parece que sería un enorme
retroceso histórico y un preámbulo de lo que sería obsceno
nombrar. Pero no hay que pasar por alto la cobardía de la que hace
gala don Felipe Gonzalez. Ni se atreve ni demuestra la más mínima
honestidad intelectual por averiguar y hacer ver su responsabilidad y
la de los suyos en el desaguisado, cuando ya hay evidencias patentes.
Y no me refiero sólo a las malas decisiones y errores que han
alentado el nacionalismo, sino a lo que es más grave, las
desviaciones intelectuales e ideológicas que han desnaturalizado las
siglas de su partido. Cuanto menos y sólo por poner cifras, un
cincuenta del por ciento del desaguisado es atribuible a la su
complicidad con el discurso nacionalista y la relativización de la
idea de España, y habría que dejar un quince por ciento al despiste
y la banalidad de las derechas, un treinta por ciento a la habilidad
nacionalista para aprovecharse de lo anterior, cosa que no admite
censura en términos de estrategia política en pro de su causa, y el
cinco por ciento restante a los imponderables y el tiempo.
Como es de suponer
también que Don Felipe G. no ha tenido una súbita conversión al
discurso nacionalista, este ponerse ahora de avanzadilla del Pedrismo
y de su alternativa previsible de confederalismo integral, parece dar
por hecho la victoria del “sí” y la necesidad de un "remedio" que
evite tanto la independencia express, como la suspensión del
Estatuto de autonomía. Ni lo uno ni lo otro, diálogo, viene a
decir. Pero sabe que no estaríamos ante el reconocimiento de un
derecho, sino de una situación de hecho, la instauración virtual de
un régimen separatista y la incapacidad del Estado de hacer cumplir
la ley en Cataluña. Mientras que durante estos treinta años se ha
convencido a la opinión pública española de que “no pasaba
nada”, ahora es muy duro verse frente al abismo como si tal cosa.
Los socialistas juegan a que para gobernar tienen que dar una salida
a los nacionalistas y otra a los españoles en general, porque a
estas alturas echar casi toda la culpa al PP y al centralismo ya
suena a ritual enfermizo.¿Pueden garantizar a los españoles que un
Estado Confederal no supone o lleva a la desaparición del Estado
español democrático? Por lo menos que no se haga pasar un trágala
por un acto de justicia y de buen sentido, pero todo hace suponer que
la estrategia socialista será la de hacernos pasar el trago otoñal
como si de un vino de verano se tratara.
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