domingo, 27 de septiembre de 2015

DE IDENTIDADES


Siempre he pensado que la fuerza de los nacionalismos españoles, es decir disgregadores, es proporcional a la debilidad política e identitaria de la nación española. A partir de la fuerza que así cobran los nacionalismos pueden debilitar más la identidad española. Dicho con toda crudeza: ¿cuanto anima y favorece el distanciamiento de la identidad común que hay en España la manipulación de la falsa identidad antiespañola que llevan a cabo los nacionalistas?
Nos debatimos en el absurdo, cuanto menos desde la transición, por no remitirnos a los años treinta. La España de izquierdas y “progresista” sigue en las mismas: no hay España, sino es republicana o socialista; cuanto menos una España sin derechas. Ahora y desde hace tiempo sólo defiende la idea de España la derecha, pero sólo se atreve a hacerlo con argumentos liberales, ultraindividualistas. La nación se reduce a un sentimiento privado, a un sentimiento de pertenencia, igual que si yo fuera quien soy porque me siento así o asá. Ante tanta coincidencia debo estar equivocado al pensar que una nación es una comunidad o sociedad organizada en Estado. Luego es cosa de cada uno sentirse o no vinculado a ella, igual que es libre de estar a gusto o no consigo mismo. Ya para todos, incluso a los que les duele España, es tabú mentar la identidad española (no digo “esencia”): “¡Por favor las identidades colectivas no existen¡” “¡reivindicar que la identidad catalana es parte de la identidad española es caer en el juego identitarista¡”. Si es así, ¿por qué tendríamos que sentir entonces más solidaridad con los ciudadanos que habitan Cataluña, que con los portugueses o los húngaros? ¿por qué nos hemos de sentir corresponsables de su suerte y pedir que lo sean de la de toda España? ¿por qué hemos de pedir una democracia, con libertad e igualdad, común y resistirnos a un mosaico de democracias, o lo que sean, cada una con el derecho a ser libre e igual a su manera? Incluso el argumento de que la democracia es inviable fuera de España y que sería una democracia fraudulenta o un régimen totalitario sólo es sostenible si se parte de que hay un espacio común en el que es posible el entendimiento o al menos dirimir las diferencias y conflictos democráticamente y en derecho. Espacio común producto de la historia y de la voluntad común ¿y qué sino es la “identidad”?

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