Siempre he pensado que la fuerza de los
nacionalismos españoles, es decir disgregadores, es proporcional a
la debilidad política e identitaria de la nación
española. A partir de la fuerza que así cobran los nacionalismos
pueden debilitar más la identidad española. Dicho con toda crudeza:
¿cuanto anima y favorece el distanciamiento de la identidad común
que hay en España la manipulación de la falsa identidad
antiespañola que llevan a cabo los nacionalistas?
Nos debatimos en el absurdo, cuanto
menos desde la transición, por no remitirnos a los años treinta. La
España de izquierdas y “progresista” sigue en las mismas: no hay
España, sino es republicana o socialista; cuanto menos una España
sin derechas. Ahora y desde hace tiempo sólo defiende la idea de
España la derecha, pero sólo se atreve a hacerlo con argumentos
liberales, ultraindividualistas. La nación se reduce a un
sentimiento privado, a un sentimiento de pertenencia, igual que si yo
fuera quien soy porque me siento así o asá. Ante tanta
coincidencia debo estar equivocado al pensar que una nación es una
comunidad o sociedad organizada en Estado. Luego es cosa de cada uno
sentirse o no vinculado a ella, igual que es libre de estar a gusto o
no consigo mismo. Ya para todos, incluso a los que les duele España,
es tabú mentar la identidad española (no digo “esencia”): “¡Por
favor las identidades colectivas no existen¡” “¡reivindicar que
la identidad catalana es parte de la identidad española es caer en
el juego identitarista¡”. Si es así, ¿por qué tendríamos que
sentir entonces más solidaridad con los ciudadanos que habitan
Cataluña, que con los portugueses o los húngaros? ¿por qué nos
hemos de sentir corresponsables de su suerte y pedir que lo sean de
la de toda España? ¿por qué hemos de pedir una democracia, con
libertad e igualdad, común y resistirnos a un mosaico de
democracias, o lo que sean, cada una con el derecho a ser libre e
igual a su manera? Incluso el argumento de que la democracia es
inviable fuera de España y que sería una democracia fraudulenta o
un régimen totalitario sólo es sostenible si se parte de que hay un
espacio común en el que es posible el entendimiento o al menos
dirimir las diferencias y conflictos democráticamente y en derecho.
Espacio común producto de la historia y de la voluntad común ¿y
qué sino es la “identidad”?
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