Uno de los misterios de todo lo que
pasa es la pasividad inveterada del Sr. Rajoy. Se supone que en en
una democracia normal, con confianza en sí misma, el golpe de Estado
obsceno que está llevando a cabo la Generalitat catalana ya habría
sido abortado con la ley en la mano. No sólo hay pruebas de sobra,
sino que los autores alardean de estar llevándolo a cabo en nombre
de la democracia, que para ellos es hacer lo que les da la santa
gana. ¡Incluso dan carta de naturaleza oficial a un organismo
encargado de planificarlo institucionalmente¡ Pero como es de
suponer que el Sr. Rajoy no obra por motivos irracionales atribuibles
a su carácter, aunque esto pudiera influir en la forma de actuar,
hay que hacer un esfuerzo por comprender las razones políticas que
lo llevan a actuar a su manera. Aparentemente son dos. La primera es
la creencia de que todo es un souflé y que ya se bajará por sí
solo; tratar de pincharlo lo inflaría más. La segunda, sin duda la
más importante, el temor a la reacción de la izquierda y al rechazo
mayoritario en la opinión publicada y en la opinión pública.
Seguramente es una conjunción de los dos. Pero lo primero revela la
incompetencia y la ceguera interesada en la que ha vivido la derecha
y la clase política española desde la transición. Lo grave es que
en este caso el interés en no ver ha cristalizado en ceguera
irremediable. Y lo segundo revela el absurdo en el que se ha
instalado la vida pública española y que amenaza arrastrar a la
democracia en su totalidad. La verdad es que hay que reconocer que
esto último pesa y mucho más ahora, máxime si en Cataluña hubiera
una rebelión social abierta, que puede suceder o no. La degradación
mental es tal que una gran parte de ciudadanos catalanes que no
comulgan con la independencia verían en la protección del Estado
una intromisión incalificable.Cierto que Aznar ilegalizó a H.B. y
no pasó nada. Pero un PSOE blanco de ETA no se podía oponer en su
sano juicio y el PNV siempre ha tenido en cuenta lo que significaría
ser súbditos del filoterrorismo, por mucho que sea el sentimiento de
gentes como Eguibar o Arzallus. Lo cierto es que en el caso catalán
Don Mariano y el PP se la jugaban de todas a todas de proceder
coherentemente. Demasiada responsabilidad y temor cuando el Procés
todavía no ha concluído.
Se atribuye además a Rajoy otro
motivo, como si fuera nuestro presidente tan maquiavélico, que puede
ocultar las más perversas intenciones haciéndose el pánfilo. Así
comportándose como un Barufakis de orden estaría dispuesto a llegar
al abismo para emerger como salvador de España. Pero si así fuera
me atrevo a pronosticar su segura defunción política. De
proclamarse la independencia ¿podría eximirse el Sr. Rajoy de la
responsabilidad por su pasividad? Sólo si las cosas vinieran de tal
manera que se viera en el brete de aplicar la Constitución y lo
hiciera, podía proponerse como “salvador”. Pero aun así ¿no
tendría de responder de haber permitido que se llegara a estas?
Máxime cuando seguro que las altas cancillerías del orden mundial
no comprenderían nada y le pedirían cuentas del desaguisado en que
nos hemos metido. “¿Por qué ha permitido que se conculque la ley
tan descaradamente, llegando a esta situación?”. Lo peor no es
tanto su pasividad, sino no haber hecho ningún intento de salir de
ella, situando también a la izquierda ante su responsabilidad. Pues
nada pasa hasta que lo que tiene que llegar llega.
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