Mientras F. Gonzalez aterriza en
Caracas, Sanchez entrega el poder local a los podemitas y se apresta
a hacer de felpudo de P. Iglesias en las generales. ¿Es qué los
podemitas no son chavistas?, ¿acaso, aunque lo fueran, es más
urgente quitarse del medio al PP?. Supongamos que, con la mejor
intención, los estrategas socialistas piensan que, de no enfrentarse
al PP, aun teniendo que aupar a Podemos, el PSOE caería en la
hecatombe, mientras que, si sobrevive, aun a costa de que Podemos cobre
fuerza, podrá domesticarse a este. Es posible que también crea
sinceramente que aunque Podemos tenga una identidad “populista”,
eufemismo de totalitarismo, si quiere significarse algo con esta, las
condiciones de Europa y España así como la vocación democrática
de los españoles harían imposible tal horizonte. Ante ello habría
que decir eso de que quien siembra vientos recoge tempestades y que
sólo los aprendices de brujo pueden esperar controlar las dinámicas
destructivas una vez que estas se desencadenan. Pero por encima de
todo puede pesar la idea de que para la ciudadanía lo que está en
juego es el combate contra la corrupción y que su base social no
comprendería la crítica contra el chavismo de Podemos una vez que
estos han conseguido hacerse con la bandera contra la corrupción y
la desigualdad. Tal prevención tiene su razón de ser, y sólo
confirma la inmensa victoria estratégica de los podemitas, muy por
encima de las ventajas y posiciones de poder que haya obtenido:
convertir la alternativa “corrupción o cambio” en el tema
estrella de la vida política, y que se diluya tanto la imagen de su
particular corrupción, como sobre todo, y es lo importante, de sus
veleidades totalitarias. Tal logro es muy meritorio desde el momento
que no se tiene que dilucidar un debate ideologista sobre lo que
significa el leninismo o el troskismo o el populismo, sólo al
alcance de los iniciados , sino que se ha de capear algo tan a la
vista cómo lo que sucede en Venezuela y Cuba o incluso Argentina y cómo
se las gastan sus compadres. El asunto llega al absurdo de que
Carmona dice que Carmena no es Podemos y que en todo caso lo que
importa es el "progreso". Pero también la profundidad del mal lo
demuestra que Cs rechace la posibilidad de hacer “un cordón
sanitario” con nadie, incluso Podemos. Tal vez en este caso, por
eso de que hay que suponerle a Rivera más visión de Estado que a
los líderes del PP y del PSOE, espere que Podemos también colabore
contra la separación catalana. ¡Cuán largo me lo fiáis¡ Pero lo
más probable es que este haya llegado al convencimiento de que, dado
el estado de la sensibilidad de la opinión pública, apostar por el
cambio contra la corrupción excluye hacer causa contra Podemos y que
ese asunto todavía no toca, si llega a tocar algún día. Es
evidente que los demócratas, si denuncian a Podemos se exponen a
quedar condenados a la casta perpetua, de la misma forma que quienes
en el País Vasco o Cataluña denuncian, es decir se enfrentan, al
separatismo, corren el peligro de ser condenados a ser fachas a
perpetuidad. Pero no es menos cierto que la legitimación democrática
y hasta patriótica, como dice Rivera, de Podemos le quita a estos
muchos problemas y sobre todo razones para no votarlos. Estamos en
uno de esos puntos críticos en los que los principios democráticos
pueden entrar en conflicto con las conveniencias tácticas, o incluso los cálculos másbien intencionados. Como la
comprensión que hay en muchos dirigentes y bases del PSOE sobre la
democracia está más lastrada de lo que sería de desear, si los
comparamos por ejemplo con el nivel medio de la izquierda europea, no
es extraño que no por ese lado no se vea el problema en su gravedad. Pero en el caso de Rivera es de
esperar que su propia experiencia le sirva de maestro y que si en
Cataluña sería bueno un cordón sanitario contra el separatismo, no
sería malo explicarle a la población que quienes no den garantías
democráticas y de no cargarse un sistema democrático debieran ser merecedores,
ellos y sólo ellos, de sufrir esa cautela, por muy simpáticos que
parezcan.
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