viernes, 15 de mayo de 2015

RIVERA Y LOS JÓVENES


Ante tanto tráfago es fácil olvidar que lo que está en juego es si el sistema democrático se regenera o si degenera hacia el modelo bolivariano peronista, por muy ajeno que este parezca a nuestros usos. La batalla por el centro o por la redefinición del centro que ha aparecido es sólo un efecto imprevisto y solapado, pero que estaba latente ante el desprestigio del bipartidismo, en tanto que bipartitocracia y bicoruptocracia. Esta batalla colateral ha desconcertado a Podemos, que esperaba triturar al PP merendándose de paso al PSOE, pero está afectando a los nervios de los protagonistas directos, tal vez porque no esperaban verse en estas. El PP no sabe si fijar el adversario o convertir a todos en enemigos, pero el miedo le empuja a perfilarse contra quien piensa que le va a robar lo que es suyo de toda la vida. Craso error porque ya lo tenía prácticamente perdido. El PSOE trata de recuperar el centro alardeando de izquierdismo. Nada nuevo bajo el sol, pero ahora su problema es otro. Tradicionalmente ha oficiado con un discurso dual: como primer patrón, junto con el resto de la izquierda y los nacionalistas, de la democracia; como instrumento de los pobres y marginados en nombre de un anticapitalismo sentimental. Gran parte de su éxito fue convencer a muchos votantes de centro de que la derecha es la heredera del franquismo y de que sus guiños anticapitalistas e igualitaristas son sólo sentimentales, que no van en serio si tienen que perjudicar a las clases medias. La gran incógnita histórica del PSOE es el valor de su palabra, o mejor, el coste de su palabra. F.G. Estuvo a punto de despeñarse con la OTAN. ZP lo ha pagado claro. Complació a los suyos hasta la extenuación diciendo lo que les gustaba y tuvo que irse con la realidad entre las piernas. Ahora Sanchez rememora el “cordón sanitario” brutalmente. Nada más grave se ha dicho, desde hace tiempo que recuerde, que esta asimilación del PP y Bildu., entre democracia y terror. Es una tontería dirimir si se trata de frivolidad, tacticismo o una desviación cultural congénita. Lo deprimente es que esto no se haya convertido en el tema estrella de esta pre-campaña de las generales y las catalanas. Expresa en cualquier caso la mancha, el estigma dirían los griegos, el pecado original dirían los cristianos, que la izquierda y el PSOE en especial niega a limpiarse y que deja a nuestra sociedad permanentemente en el borde del cainismo, aunque este sea sólo un cainismo moral, que pervierte todo debate político y no llegue a ser, como en la guerra civil, práctico.. En cualquier caso la expectativa de siempre de rentabilizar por la gorra el desgaste del PP se está frustrando y sólo su miedo a que los abduzca Podemos explica cuan brutalmente se aferra a lo más brutal de su discurso, hasta el extremo de poner en cuestión una frontera que debiera ser sagrada. ¿Ha reflexionado el gurú Gonzalez sobre el aprovechamiento que hace su presunto discípulo Sanchez de sus lecciones? ¿ha empezado por el principio explicándole lo que es la democracia?
Resulta muy loable el intento de A. Rivera de combatir el cainismo y creo que es lo más valioso de su discurso y en general de esta campaña (preacampañada) tan tópica en sus formas. Es un mal muy profundo y se equivoca, dejando al margen meteduras de pata y torpezas, si piensa que los jóvenes posteriores a la transición están inmunes y los puede atraer hacia esa causa inocentemente. Y aun más si espera que lideren la erradicación del cainismo y de las dos Españas en sus actuales condiciones de vida y de pensamiento. Con la partitocracia y la superficialidad de nuestra vida política ha fallado la transmisión ideológica de generación a generación. Cierto que toda generación es espiritualmente adanista y cree partir de cero, pero parte en realidad de lo mamado aunque frecuentemente no tenga conciencia de ello. La desvinculación sentimental de la juventud con la transición no es más que el eco del desconcierto de fondo en el que han vivido sus mayores y que sólo se ha hecho patente cuando la crisis amenaza pinchar el salvavidas que es Europa. El desconcierto por una reconciliación que ha oscilado entre la conveniencia y la sospecha permanente. No extraña la tendencia, que hay entre los jóvenes, a confundir “sistema” y democracia, las malas prácticas de las fuerzas vivas con la pluralidad y la libertad. Seguramente el Sr. Rivera confía en el renovado sentido pragmático de la juventud , pero cuando no se maman valores positivos, los puntos de apoyo para ejercer la crítica se disuelven en las impresiones más primarias. Rivera tiene la ocasión de educar en la democracia y sus valores diciendo lo que es Podemos de verdad. Tiene a este respecto un actitud meliflua. Piensa en la buena fe de la mayoría de los seguidores de esta formación, a quien el posible bolivarianismo de estos les parece un asunto tan intrascendente como los satélites de Marte, y para quienes, pase lo que pase, todo queda por ganar y nada por perder. Se presume que son inocentes y hay que atraerlos amistosamente. Pero queda la duda de si su disposición abierta a todos por igual, en su caso, es táctica o fruto de pensar que en el fondo todo la retórica de PI es palabrería y que la realidad al final obliga incluso a los más recalcitrantes. Ha de tener en cuenta que los jóvenes rechazan el bipartidismo, pero no el cainismo, porque sencillamente no tienen noción del mismo, sus mayores no les han prevenido ni educado contra el mismo. Por ello tienden a reproducir los reflejos cainitas, cuando se ponen en movimiento, tratando al adversario de enemigo que merecería ser liquidado. Comete un error Rivera cuando pretende que el distanciamiento del bipartidismo y la partitocracia equivale al rechazo de los hábitos cainitas, pero esto es más de fondo. Por ejemplo todos los jóvenes se declaran, y así lo creen sinceramente, hostiles al machismo, pero es preocupante la cantidad de quienes someten a su pareja a prácticas machistas de lo más primarias. Se les ha explicado de sobra lo que es bueno y malo, y lo saben en teoría, pero, como diría Sócrates, en verdad lo ignoran ¿qué pensar? En cualquier caso sería un gran indicio de la regeneración de la vida política que todos estos movimientos, que por ahora no son más que escaramuzas y pachangerías, acabasen en un cuestionamiento sincero del cainismo. Es una deuda pendiente de la sociedad española. Y hay que tenerlo muy claro: estos estigmas no desparecen con el tiempo, requieren enfrentarlos en el terreno de las ideas.

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