viernes, 23 de enero de 2015

"LA CORRUPCIÓN INFLACIONARIA" Y LA CORRUPCIÓN "MESIÁNICA"


Las cuatro patas de la mesa de Podemos :
-la casta trostkista dirigente,
-los oficios benefactores bolivarianos ( nostalgia sin duda de la madre patria y ganas de devolvernos el favor),
-los Medios sedientos de Share y generosos de prédica (perdón, quería decir de crítica)
-se completa con el sustento y el espíritu de un público que parece dispuesto a llegar hasta el final por muy evidente que sea el desastre que se avecinaría si los suyos alcanzan el poder.
Esta es la pata sin duda más determinante y retorcida de la mesa. Más ciego que el enamorado es el enamorado que se enamora por afán de venganza. Cuando se ha alcanzado este grado parece que hay poca cura y rectificación, hasta que el proceso se consuma. Se demuestra otra vez lo poco que se aprende de la historia, porque tal vez pese más la intrahistoria.
Gran parte de los dispuestos a perderse en la aventura son gente relativamente acomodada, que se resisten a relacionar su situación personal con la marcha del mundo y de su país, como si las consecuencias de sus opciones no fueran con ellos. Pero eso no explica la atracción fatal. Tampoco en sí mismo el afán de victoria y la sensación de la proximidad de la misma. Esto refuerza, pero no es motivo suficiente, para entregarse a lo desconocido. Creo que el factor clave es lo que denominaría la “inflación de la corrupción”. La reacción contra la corrupción no sólo porque es mala en sí sino porque prueba maldades más inconfesables, como la codicia y la insensibilidad.
Sin duda que la movilización que capitaliza PI es una reacción contra la corrupción, nada más y nada menos. No es preciso insistir ni glosar la gravedad de esta y el efecto corrosivo y desmoralizador sobre nuestro tejido social. La mayoría de españoles tiene derecho a sentirse humillado en su dignidad, además de los daños económicos que ha sufrido. Es completamente justo que los principales responsables pasen a mejor vida política o penal y que el sistema de partidos vigente no quede indemne como si nada. Ahora bien la contumacia con la que se cierran muchos los ojos , la inocencia que se presume a la corrupción “mesiánica en la que se han criado sus líderes, indica una forma peculiar de comprender este fenómeno. No es sólo por lo de la viga y la paja. Hay una especial sensibilidad porque la corrupción demostraría que la riqueza y la desigualdad son intrínsecamente sospechosas.
Viene a cuento la observación de G. Brenan que un blogero reprodujo con gran oportunidad:

comerciante de ultramarinos dijo:

El lado ético del socialismo, la creencia de que a cada cual se dará, no según sus méritos, sino según sus necesidades, también está hondamente arraigado en el natural ibérico. Esta creencia, que nunca fue corriente en las democracias, es parte de la tradición católica española. Este rasgo es el que más distingue al cristianismo español del cristianismo inglés y del francés. No hay raza en Europa tan profundamente igualitaria ni con menos respecto hacia el éxito y hacia la propiedad. Si los dos siglos venideros reservan a España un futuro pacífico y feliz, podemos augurar que ello será en un débil y paternal régimen socialista con amplia autonomía regional y municipal: un régimen no muy alejado del sistema en el cual vivió España a principios del siglo XVII”.
G. Brenan el laberinto español

Lo menos relevante es que Brenan reduzca al socialismo un sentimiento común general en la izquierda revolucionaria española que encarnó tan pródigamente el anarquismo. Lo interesante es la continuidad, mas que histórica intrahistórica, de ese instinto que hunde sus raíces en lo más acendrado de nuestra tradición cultural y comprobar cómo resurge cíclicamente cuando las condiciones son propicias. También es interesante comprobar como esta vena se extiende a ultramar. El rechazo alcanza a la democracia en tanto que “burguesa”, o como se dice ahora “de ricos”. El cuestionamiento de la transición no es más que el pretexto para enfilar una pieza de más enjundia. Cuesta admitir que el pluralismo y la sociedad abierta implica cuotas de imperfección, corrupción e injusticia y no porque la democracia, como sistema, lo produzca sino porque los humanos podemos comportarnos así sin salvación posible. La zozobra que sufre gran parte del público de izquierda ante la tentación en que se debate, es natural una vez que se ha despertado este instinto dormido unos decenios y habida cuenta de toda la historia que a su ver habría que reparar. Es de esperar que la paulatina incorporación de la vieja España a la Europa natal nos evite instalarnos en ese escenario de felicidad que Brenan pronosticaba, o por lo menos nos ayude a pensar más en clave europea.

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