jueves, 11 de diciembre de 2014

BULA CON MISTERIO


Pocos han disfrutado entre la opinión pública de tanta bula como Pablo Iglesias para hacer pasar sus miserias por un dechado de honorabilidad. Creo que la dificultad de desmontar o neutralizar el discurso de PI tiene que ver, entre otros muchos aspectos, con el remilgo que tiene gran parte de la opinión pública a admitir su totalitarismo y con el impacto que el discurso de un convencido, que domina sus pasiones, produce en una clase política atribulada por la inseguridad.
Algunas breves observaciones sobre lo primero. Sin duda que los seguidores, reales o potenciales, se comportan ante la evidente vocación totalitaria de su líder como el enamorado ante las prendas y defectos de su amor. También es cierto que, entre estos, unos pocos, los antisistema y anticapitalistas de toda la vida, comulgan con el totalitarismo, otros pocos le siguen a pesar de saber de su totalitarismo pero no les importa, y posiblemente la mayoría no quiera saber sobre el tema, para no perder la nueva fe que tanto les ha debido conseguir alcanzar. Pero hay un problema de fondo que tiene que ver con la forma de entender la democracia, o si se quiere con la falta de educación democrática, que lleva a que se desdibuje lo que salta a la vista. Diría que se asemeja a un trastorno bipolar en clave política, que afecta singularmente a los jóvenes, pero también a los menos jóvenes que han recibido la democracia y que habla de las grietas de la cultura cívica colectiva.
-Se tienen las libertades cívicas y sociales de las que se goza por un hecho natural, al igual que el aire que se respira, o la órbita de la tierra alrededor del sol. Igual que esto, puede contaminarse o distorsionarse ocasionalmente, pero en lo fundamental son intocables, inmutables y funcionan solas.
-Frente a la prudencia de poner la democracia en su sitio, como el menos malo de los sistemas posibles, se tiene a la democracia por una especie de prodigio que habita en una especie de Sancta Santorum, mecanismo que, al alimentarse de la voluntad de todos, ha de garantizar la justicia, el bienestar general, la virtud social ..etc Una democracia que sufra en su interior corrupción, paro desahucios, es una falsa democracia y se convierte en “sistema”, un monstruo implacable al servicio de unos compinches desalmados .
Así como se disocian las libertades y el “sistema”, las promesas mesiánicas de suprimir el sistema, por mucho que vengan avaladas por la más esmerada colaboración con dictaduras singulares, no atentan, a los ojos de muchos, contra las libertades sino en favor de la “verdadera” democracia o de la democracia “real”.
Que estas patrañas tengan tanto predicamento y que una parte de la población, de la que se presume una cierta educación política, es decir conocimiento de la historia y de lo que pasa en el mundo, sucumba tan fácilmente, tiene que obedecer a motivos que exceden la profundidad de la crisis y la justa indignación por las tropelías y vilezas que tanto nos han humillado. Contentémonos con tomar nota de cuan poco ha penetrado en la conciencia cívica el valor de la democracia como sistema de libertades, derechos y deberes iguales para todos, pero en el que lamentablemente puede prosperar el mal y la injusticia si los ciudadanos no están vigilantes y se despreocupan de las consecuencias de lo que se hace. Y sobre todo el olvido de que ningún otro antídoto es compatible con la dignidad de la persona.

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