Visto que el escándalo
de los Pujol no ha provocado la reacción de la masa no
independentista, ni la retracción de la masa nacionalista, y visto
que Mas se ha burlado a gusto de nuestro Presidente y de todos los
españoles, ¿se ve obligado Rajoy, según da a entender en su
comparecencia, a preparar y a ganarse a la opinión pública ante lo
que parece inevitable? Si así fuera estaríamos por lo menos pisando
el suelo de la realidad.
Desde esta perspectiva el
9N, pese a todo, habría traído dos novedades esperanzadoras, que
pueden tener su calado. Empiezo por el hecho de que la práctica
totalidad de la opinión publicaDA y buena parte de la clase política
ya empieza a creer que la independencia va en serio y que Mas está
dispuesto a todo. Ello no obsta que para algunos siga siendo
“inviable”, pero cualquiera que sea el diagnóstico no son lo
mismo unos bolos, tal como se pensaba, que la final al todo por el
todo que se está jugando de verdad. Quisiera pensar que, en
consonancia con ello, la intervención de Rajoy tiene de inédito la
pretensión de disputar la opinión pública a los nacionalistas,
entrando en el terreno de la propaganda y la contrapropaganda, como
se suele decir, “haciendo pedagogía”. Está por ver que la
opinión pública empiece a reaccionar y a sacudirse la orfandad
ideológica en la que se ha visto sumida, tanto en Cataluña como en
el resto de España. Es de esperar al menos que el “aquí no pasa
nada” y el “que hagan lo que quieran, que me dejen en paz” pase
a mejor vida. Pero es de temer también que el PSOE siga poniendo
sordina responsabilizando al “inmovilismo” del gobierno.
Curiosamente da la impresión de que, presa de su vacua
equidistancia, la izquierda prefiere no enterarse de lo que amenaza a
todos y de la amenaza que se cierne sobre ella en particular, de
triunfar el independentismo. Igual sería necesario que Rajoy
intentara desmantelar la coartada federalista del PSOE, forzándolo a
que concretara sus ofertas de reforma constitucional, y
comprometiéndose a aceptar las que salvaguarden nuestra libertad e
igualdad. Porque es preciso que los partidos nacionales, entre los
que incluyo al PSOE, vean allanado el camino para disputar la opinión
pública al nacionalismo y para contar con el apoyo de la ciudadanía
en vistas a las medidas que tarde o temprano probablemente serán
preciso tomar en defensa de la Constitución y la unidad de España.
En todo caso mientras no se lleve el debate a la opinión pública en
los términos reales en los que el problema está planteado, los
nacionalistas seguirán llevando la iniciativa.
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