El caso Pujol presenta algunos “efectos
colaterales” caricaturescos desde un punto de vista intelectual, pero de un
calado imprevisible vistos políticamente. Me refiero primero al hecho de que
sobre los grandes partidos nacionales se cierne la sombra de la complicidad con
la corrupción institucional catalana. Por no entrar en detalles, los grandes
partidos nacionales se han comportado con el nacionalismo catalán como Edipo
cuando al pretender escapar de su desgracia la provocó. Se ha pretendido
complacer a los nacionalistas catalanes para no soliviantar a sus masas y
propiciar su integración contribuyendo de esa manera a que estas se sintieran
cada vez más agraviadas. La política de “concesiones a cambio de gobernabilidad”
se interpretó como muestra de la debilidad del Estado y como señal de lo mucho
que España debe a Cataluña. Se ha consentido la corrupción como un asunto
interno de Cataluña, en la misma medida y por las mismas razones que la
inmersión lingüística, la segregación administrativa del castellano y tantos otros
asuntos, pero al convertirse la corrupción en el epicentro de la vida política, en el sentir
de la opinión pública, los partidos nacionales, al hacer la vista gorda y tener
mucho que esconder por su parte, aparecen ante la opinión pública como colaboradores
necesarios e interesados. La clase política española y en gran parte la opinión
pública ha creído ciegamente el dogma de la lealtad institucional de los
partidos nacionalistas “moderados”, más que por fiarse de que lo serían por
convicción, se estaba seguro de que lo serían por conveniencia. De la misma
forma que tendrían sino una lealtad activa, sí al menos pasiva, sin atreverse a
meter en aventuras destructivas. La deriva secesionista parece tan fatal como la
desgracia de Edipo una vez que los nacionalistas han encontrado expedito el
camino para dominar a su antojo la opinión pública catalana, mientras el resto
de la opinión pública española naufraga entre la incredulidad y el
desconcierto. ¿Porqué no atreverse a la independencia si se tiene detrás a la
opinión pública?
De ello resulta la segunda
paradoja, que los máximos beneficiarios a efectos políticos sean ERC y Podemos
o sus adláteres aunque por motivos distintos. En el caso de ERC, porque los
nacionalistas moderados se sienten conminados a perder sus escrúpulos para
seguir su estela, impoluta a sus ojos, sin merma de su reciente convicción
independentista. Por lo que a Podemos respecta este puede aprovechar la
percepción de que la mafia catalana sea un caso más en el océano de la corrupción
que todo lo inunda. Lo más “gracioso” es que en sus filas se extienda la idea
de que la independencia catalana es una solución necesaria y apropiada para
acabar con la corrupción.
Por último, tras el bravo
alegato de Montoro, tan justo como incomprensible sino se tiene en cuenta la
preocupación que debe existir en el gobierno por el nivel que alcanzan las
aguas, nos podemos encontrar con que los nacionalistas y los antisistema se
unan por la independencia, los unos por el derecho de Cataluña a corromperse
libremente y los otros por el derecho de los catalanes a liberarse de la
contaminación de la corrupción que reina en España y algunos más porque todo
vale para acabar con el Estado corrupto.
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