La aventura de Gallardón es el enésimo
episodio de algo bastante común pero que últimamente parecía más
olvidado. A la derecha los egos no le dejan ver el nosotros, como a
la izquierda su nosotros tapa cualquier ego.
Se va uno de los pocos políticos de
derechas de formación maquiavélica (en el mejor y peor sentido de
la palabra) y quizá con vocación de grandes empresas , pero su ego
ha podido más que su formación y tal vez su vocación. Ahora
pretende irse como un noble Quijote agraviado, pero en el fondo debe
sentir que se va como un Sancho Panza apaleado apenas ha rozado su
Barataria por las huestes de un vulgar caballero del verde gabán.
Se lleva a su retiro civil el misterio
de sí mismo: “ ¿en qué creo de verdad? ¿en qué merece la pena
creer?”. Tiene ahora la ocasión perfecta para reflexionar a la luz
de nuestra tradición, por ejemplo sobre el comienzo de la Epístola
moral a Fabio:
“Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere
y donde al más activo nacen canas.
El que no las limare o las rompiere,
ni el nombre de varón ha merecido ,
ni subir al honor que pretendiere”
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