miércoles, 4 de junio de 2014

LA HERENCIA RECIBIDA.




*Ha fallado la transmisión intergeneracional.

*Decía Platón que soñamos hacer lo que no nos atrevemos a hacer despiertos. Nuestros jóvenes quieren hacer lo que sus viejos se dieron cuenta que no tenía sentido hacer, pero les hubiera colocado hacerlo. Una de las cojeras de la transición es que la pata de la izquierda no se ha atrevido a reconciliar la razón y el sentimiento a favor de la razón.
Los jóvenes aceptan la democracia y repudian la monarquía y “el sistema”. En realidad tienen a la democracia y el derecho por algo natural y los desligan de la monarquía y del sistema institucional. Asocian este mecánicamente a la corrupción galopante, la incompetencia y la injusticia. Se sienten en suma desconectados de la herencia recibida y, si la consideran, la tienen por algo maldito. Es natural, porque sus padres sólo asumieron la Constitución, pero no la monarquía ni el sentido patriótico, a lo que consideraban residuos e intrusos franquistas. Esta hostilidad se tradujo también en la deslegitimación de la derecha a la que se niega sinceridad democrática. Lo que en los padres era un sentimiento oculto y olvidadizo, sometido al interés racional de conservar la democracia, es en los jóvenes un sentimiento manifiesto que no precisa refrenarse porque no sienten que haya nada que perder. Porque al fin y al cabo la libertad no sería una conquista sino un fruto de la naturaleza. El desamparo ante la crisis y la peculiaridad de nuestro sistema mediático han sido los detonantes.

*El drama de España: la izquierda ha superpuesto el sentido social al sentido patriótico. No ha sido suficiente compensación el impulso del sentido de ciudadanía.

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