lunes, 24 de marzo de 2014

EL SUEÑO DE LA TRANSICIÓN.



Cuando  llegó el ocaso político de A. Suarez se encontró en las mismas que Prim antes de que lo asesinaran. Si se pregunta ¿Quién asesinó a Prim? sólo cabe una respuesta: ¿Quién no quería asesinarlo?. ¿Quién no quería echar a Suarez? Luego, una vez caducado políticamente, su respetable imagen y legado empezó a emerger como un corcho hasta convertirse con toda justicia en el mito y la honra de la democracia. El paso de la política que hace historia a la sordidez de la política cotidiana tiene esta gracia. Bien lo supo Churchill después de ganar la Guerra mundial. Sólo Suarez, el Rey y Carrillo fueron los verdaderos artífices de esta simbiosis entre llegada de la democracia y reconciliación entre los españoles que significó la transición. A la izquierda de entonces, que era una amalgama del PCE y de todo tipo de extrema izquierda, nos resultaba inconcebible la reforma interior del régimen. Sólo Carrillo tenía clara la idea de la reconciliación nacional y su gran mérito histórico fue darse cuenta que la reconciliación y la democracia iban unidas. Pero también tuvo el merito de atisbar que era posible alcanzar la democracia colaborando con la auto demolición del régimen y que esto era lo mejor para España. Que Suarez llegara a darse cuenta de la necesidad de colaborar con Carrillo no fue resultado de un proyecto previo, sino del reconocimiento de una evidencia a la que estaba de antemano abierto. Es dudoso que en el comienzo de su mandato el rey y Suarez tuvieran claro el poder de las fuerzas que estaban en liza, y sobre todo la respuesta y actitud del pueblo. Pero creo que Suarez confiaba sobre manera en que el pueblo le seguiría  si lo dirigía hacia la democracia. Esa voluntad e intuición le permitió cruzar el abismo de la legalización del PCE y transformar este obstáculo en el resorte del cambio.
Se ha podido comprobar que la sinceridad de la reconciliación y la salud moral de la democracia española son indisociables. Pero la reconciliación no debió quedarse en la certificación de la buena voluntad sino en un proyecto que englobase a las generaciones futuras. Las heridas son muy profundas y de difícil cicatrización. Los cimientos de la reconciliación tenían grietas importantes. Por una parte se asumió más por necesidad y conveniencia que por convicción. Por eso siempre sobrevuela la desconfianza en la intención democrática de los unos o en el patriotismo de los otros. Por otra parte se asoció con el olvido y no, como debiera haber sido, con el recuerdo y el perdón. Es lógico que la sociedad como organismo colectivo olvide sus traumas para seguir viva. Es lo que ocurrió durante el franquismo  al margen de la retórica oficial. Pero un proyecto histórico como la democracia requiere un mínimo reconocimiento de las culpas mutuas que han llevado a la situación que se trata de remediar. Y como consecuencia de mutuo perdón. El reconocimiento del cainismo y de sus causas como trasfondo de la guerra civil debiera ser el nervio vital del proyecto de la transición. ¿Hubiera sido acaso posible la transición si todos los concurrentes no hubieran tenido una cierta conciencia de que las culpas pasadas comprometían a todos de una manera u otra?, ¿de que había un problema colectivo además de la responsabilidad propia de cada parte?.
Es curioso que ahora se apele a la memoria histórica como si fuera contradictoria con el sentido de la transición. Esta se basa en el recuerdo de lo que hay que desterrar, pero muchos creen que suponía el olvido de lo que hay que resucitar. Si no se tiene esto en cuenta es difícil comprender por qué la democracia española sufre de un déficit moral de difícil arreglo. Este no consiste en la ausencia de los valores comunes que la hacen viable, sino de que una parte de la sociedad no reconoce a la otra parte sinceridad en la defensa de esos valores comunes. Parece que dejado todo a la inercia a la que lleva la ausencia de políticos de mérito las grietas se agrandan hasta el punto que muchos ven la reconciliación como un acto de traición o un trágala. Ahora es momento de reflexionar sobre esto.

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