Grosso modo los procesos secesionistas desde las revoluciones americanas
hasta los Balcanes (de lo que excluyo los procesos de descolonización del siglo
XX) presentan algunos rasgos comunes, en muchos aspectos similares a los
procesos revolucionarios:
1º Hasta el estallido del proceso la inmensa mayoría de la población no se
plantea siquiera la posibilidad de cambiar de estatus. Sólo una minoría muy
activa en algunos casos agita esa posibilidad, en otros casos esa minoría se va
improvisando con el inicio del proceso afrontando una situación que no se había
planteado.
2º Los resortes morales que unen a la población potencialmente secesionista
con la nación a la que están unidos
están muy debilitados, aunque de forma solapada y sin hacerse expresos,
mientras la vida sigue su rumbo normal.
3º Con anterioridad a su inicio, a la nación que es objeto de la secesión, a
los poderes públicos y las élites dirigentes, no se les pasa por la imaginación
que un proceso de este tipo pueda tener lugar y al hacerlo suele reaccionarse
como Luis XVI ante la toma de la Bastilla “¿Se trata de una algarada?”, “No Sire,
es una revolución”.
4º Todo suele arrancar cuando normalmente por algún motivo o circunstancias
que no tienen que ver con la secesión en sí las minorías y las elites
dirigentes secesionistas consiguen que prenda la chispa secesionista, hasta el
punto que al tomar cuerpo el incendio su crecimiento es casi imparable. Las
masas en movimiento se sienten entonces “protagonistas de su destino” como
niños con un juguete nuevo. El proceso se acelera exponencialmente y se hace
irreversible cuanto menor es la disposición a la resistencia de la población
que potencialmente estaría interesada en oponerse de acuerdo con el punto 2º, o
cuanto más en crisis y dividida esté la sociedad contra la que esto se vuelve.
5º. La secesión se torna en un fin en sí mismo y se siente como una
necesidad sagrada pese a que se carezca
de proyecto concreto, que no sea retórico, sobre el futuro de la nueva sociedad
y el nuevo orden político. Las razones objetivas sobre los inconvenientes o
ventajas previsibles carecen de peso o son repudiadas y estigmatizadas si
contradicen la necesidad y conveniencia de la meta final. Sólo de una manera
fantástica se atribuye a la secesión el poder balsámico de devolver la libertad
o el bienestar presuntamente perdido.
6º Las élites dirigentes y los poderes económicos y sociales del pueblo
secesionista tienden a anteponer el interés inmediato de no perder el favor de
la población por mucho que esta ande sin freno, aunque esto vaya en contra de
su interés general y de la razón que los puede mover al escepticismo, por temor
a perder sus privilegios de llegar el barco a puerto. Vale entonces la máxima
de Lampedusa “que todo cambie para que todo siga igual”.
En el caso presente de Cataluña cabe apreciar algunas peculiaridades.
1º Ha cobrado crédito generalizado la infamia de que Cataluña está en una
situación semejante a una colonia o un país ocupado. La secesión sería
radicalmente injusta, el pueblo catalán no se separaría de un “Estado”, al fin
y al cabo una estructura administrativa, sino de un pueblo del que forma parte
como el hidrogeno y el oxígeno en cada molécula de agua. Ello a pesar de de que
la secesión tenga muchas cartas a su favor y de que la sociedad catalana sienta
justificadamente ser objeto de agravios no bien reparados y de incomprensión.
2º El desmoronamiento moral y político hasta la práctica insignificancia de
la población catalana que se siente unida a España o que potencialmente lo
estaría por sus orígenes y vínculos con el resto de España. La multiplicación
consiguiente del eco y el éxito de la propaganda ideológica nacionalista, hasta
convertirse la independencia y el odio a España en credo oficial y público como
el Corán en los países islámicos. Las causas que han podido llevar al
embotamiento de una gran parte de la sociedad catalana merecería, eso sí, un
Simposio, honesto claro está, no sólo de los más insignes historiadores sino de
los sabios más reputados que ha dado la humanidad.
3º El resto de España está también paralizada y embotada no sólo por la
crisis sino además por la perenne deslegitimación entre sus dos grandes
partidos y bloques políticos, sin olvidar el clima de repudio escéptico de la
población a la política y sus políticos. Pero sobre todo afecta la
deslegitimación social, o al menos distanciamiento, de la misma idea de España
y la desvalorización generalizada del sentimiento patriótico. Este cuadro
ejerce una resonancia indudable en la moral colectiva de la población catalana,
para alentar los afanes y la confianza en el secesionismo en unos casos, para
hundir en el escepticismo y la incredulidad a los potencialmente “unionistas”.
4º.Las masas burguesas nacionalistas “moderadas”, columna vertebral del
poder político y social de Cataluña, se han visto arrastradas a la oleada
primero y luego se han entusiasmado y no quieren mirarse en el espejo. Se creen
que querían lo que está al alcance de su mano, aunque no está claro que de
conseguirlo fuera eso lo que realmente querían. No digamos de quienes
proviniendo de la izquierda no nacionalista y vinculados naturalmente al resto
de España se creen que, al sumarse con entusiasmo a la marea, demuestran ser
“verdaderos catalanes”.
Ante estado de cosas la situación presenta estos perfiles.
1º El poder de la nación y la sociedad española carecen de fuerzas propias
suficientes para impedir la culminación del proceso, si quienes lo lideran
están dispuestos a llevarlo hasta sus últimas consecuencias pase lo que pase.
¿Estaría dispuesto el gobierno, cualquiera que fuera, a anular o invalidar la
autonomía si es el único recurso posible en su momento, haciendo valer para
ello “todos los instrumentos que permite la ley”, <dicho
eufemísticamente>?. Pero sobre todo ¿Estaría la sociedad española y la clase
política dispuesta a prestar apoyo a dicha medida hasta sus últimas
consecuencias?. Creo que no y lo más probable es que una parte de la sociedad,
predominante ideológicamente, se enfrentara radicalmente de esta posibilidad.
¿Se atrevería el poder público a seguir adelante pese a todo?. De hacerlo las
consecuencias serían tan pavorosas que hay que pensar que esto es imposible.
2º Dado lo anterior la sartén está en el mango de los dirigentes catalanes
y sus fuerzas vivas. Lo tienen todo a su alcance. Por eso tienen que evaluar la
conveniencia y las consecuencias de sus actos y decisiones. Consecuencias previsibles
son el rechazo probable de la población española a todo lo catalán, la falta de
reconocimiento y el aislamiento internacional, y en suma, mirándolo fríamente, que, de triunfar, no se habrá ganado nada y se
podría perder mucho, porque al fin y al cabo ¿no se dispone ya de buena parte
de lo que se dice es motivo de encono y discordia?.
3º Pero contra lo que se cree inocentemente, a los poderes económicos y
sociales catalanes les puede pesar más el temor a perder su posición dentro de
Cataluña, en una Cataluña independiente, que su influencia en el resto de
España e incluso el resto del mundo, por la simple razón de su proximidad al
poder. Si Cataluña se independiza y se oponen abiertamente quedarían a expensas
de un poder tiránico. Si no hay independencia todo seguiría igual. Les conviene
lo segundo pero ¿tiene sentido arriesgarse contra la independencia entonces si
esta es una posibilidad nada desdeñable?. Ante lo incierto, lo prudente es la
neutralidad, tan pasiva cuanto sea necesaria para no herir susceptibilidades,
tan activa cuanto puedan dar a entender que “no pasa nada”. Véase la magistral
“La caída de los dioses” de L. Visconti.
4º.La única resistencia que puede ser efectiva es la negativa de las
grandes potencias europeas, no digo la CEE, y de las potencias mundiales. La única carta poderosa del gobierno español
es conseguir el blindaje internacional. ¿Se atreverían entonces la burguesía y
las clases medias catalanas a hacer la travesía del desierto?. Esta es la principal
incógnita que sólo el tiempo despejará.
5º La otra incógnita es la respuesta del pueblo español. Esto es en el
fondo lo más imprevisible, pues la imprevisibilidad es una de las
características más propias de la sociedad española en toda su historia. Lo más
probable es que siga con su flema británica, pero todo cambiaría si por lo que
fuera se contagiara, y entonces lo haría con creces, de la pasión y furia de
sus todavía hermanos de la otra parte del Ebro.
6º Lo único cierto es que de seguir el proceso, de tener éxito o fracasar,
no nos esperan precisamente días de vino y rosas. De triunfar todos perderemos
económica, social y moralmente. De no llegarse a un acuerdo honorable y
resistente, aunque no triunfe “el proceso” viviremos todos envenenados. Parece
en todo caso que para que haya acuerdo tiene que haber descarrilamiento. Una
ilustre y cándida tertuliana digo recientemente que de separarse Cataluña “solo” afectaría a la
unidad de España pero no a la democracia. Su opinión es característica. ¿Tenemos
idea de cuáles son los fundamentos vivos de la democracia?. Ojala que el
blindaje internacional, como si fuera el escudo de Thor, nos proteja de tener que
beber el cáliz más amargo.
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