jueves, 3 de octubre de 2013

NO CABE LA MARCHA ATRÁS.



Los coqueteos del PSOE con el rumbo secesionista, cuando ya sólo cabe estar a favor o en contra, hace temer que la desgraciada patología de “derechitis” que padece haya llegado a un punto que no admita remedio, para desgracia de todos.
El pecado original de los socialistas y la izquierda en general es desligar la Constitución de la Identidad española, como si fuera una Constitución apátrida hecha en nombre de no se sabe quién. Se ha creado así la falacia de que defender la Constitución y España son cosas distintas, como si la identidad nacional de España fuera cosa del sentimiento privado de cada ciudadano, y lo único que uniera objetivamente al margen de ello es la Constitución, es decir las normas. ¿Pero se pueden sentir en común las normas?. Para alternativa se ha buscado trasladar artificialmente a las Comunidades Autónomas  el sentimiento de la lealtad nacional. Como no podía ser de otra manera los ciudadanos no sienten demasiada lealtad patriótica por su comunidad, sólo un lazo sentimental por la patria chica, aderezado por algún interés mezquino. Pero el sentimiento de lealtad a España, como entidad política, ha quedado neutralizado, sino reducido a una antigualla franquista de la que sólo cabe avergonzarse. Los nacionalistas lo han tenido demasiado fácil desde el momento que han obtenido el triunfo  sin contrincante y sin pelea siquiera en la batalla más importante y por la que todo comienza: La ideológica.
La pequeña política ha puesto la guinda. Cuando el socialismo, que mantenía con Felipe González un cierto equilibrio  entre la defensa de la identidad española y la defensa de la Constitución, se sintió traicionado por la derecha con el asunto Gal, derivó hacia la confrontación total con la derecha. En el paquete de la confrontación se ha incluido el rechazo a tener cualquier posición común con la derecha en materia ideológica. Se ha decidido que el patriotismo es cosa de derechas. El acuerdo en Euzkadi entre Mayor Oreja y Redondo Terreros avalado por Fernando Savater provocó tal pavor en las filas socialistas que el miedo a “volver a las andadas” certificó el rechazo a cualquier posible acuerdo y colaboración en temas capitales, tal como pontificó J.L. Cebrian. ¡Siempre con los nacionalistas antes que con la derecha¡ ¡cueste lo que cueste¡. El terror a no tocar poder  fue insufrible ya cuando tras sucesivos fracasos se sintió que el Gobierno del PP podía ser eterno. Zapatero, Maragall, Montilla y el cordón sanitario, son las reacciones reflejas de quienes se han visto en el abismo. Estos y los que vienen detrás no pueden ponerse frente a la presión nacionalista cuando se ha educado al pueblo en que no hay otro enemigo que merezca tal nombre que la “derechona”, aunque para ello haya que negar que el monte que rodea la casa de todos se incendia y la casa se empieza a calcinar. Pero lo que es peor, han ido creyendo que los nacionalistas tienen bastantes razones en su ideología y manera de concebir España. Tal vez la casa de todos no merezca tanto la pena. Demasiado para dar marcha atrás.

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