martes, 8 de octubre de 2013

LAS TERCERAS VÍAS.



A propósito de las propuestas de Alicia Sánchez Camacho  y del rechazo que ha provocado entre los barones de su partido.

Es el ABC de la política que esta ha de tratar tanto de lo justo como de lo posible. Rara vez  lo justo es lo posible y hay veces en que lo justo es imposible y que lo posible no es muy justo. Es injusto que la Cataluña más poderosa quiera independizarse de España. Son muchos siglos de convivencia y de posición ventajosa, sin duda por méritos propios, de Cataluña dentro de España. Por poco que se estudie objetivamente la historia, se puede ver que Cataluña y el conjunto de España se han formado juntos y con interés común, pese a la existencia de una línea de desencuentro permanente. La conllevancia es una mala solución, la peor de las soluciones si cabe, pero la separación no es solución alguna y sería lo más dañino y catastrófico para las dos partes. Todos los españoles nos veríamos en un serio apuro, pero los catalanes en particular saldrían mucho mas perjudicados de lo que imaginan. Lo que pueden conseguir fuera de Esdpaña, lo pueden conseguir igualmente estando dentro de España, pero perderían lo mucho que pueden aprovechar del resto de España. Esto es independiente del hecho de que si sigue la presión independentista la independencia es posible porque la sociedad española en su conjunto está fatalmente desunida y carece de convicción y claridad para revertir la situación. Se apela a que el Estado haga una labor pedagógica, pero después de decenas de años de inanición esto suena a las rogativas que se organizan para que llueva cuando la sequía acucia. No es fácil salir del embrollo, ni conviene desautorizar  “las terceras vías” por sistema.   La línea roja que no se puede cruzar es el derecho de autodeterminación pero será inevitable afrontar un acuerdo duradero entre el resto de España y Cataluña. No por justicia sino por elemental pragmatismo. De lo contrario la situación puede llegar a ser peor que la que tuvo que afrontar Azaña a los pocos días de la proclamación  de la República cuando tuvo que trasladarse de urgencia de un día para otro a Barcelona para paralizar la proclamación del Estat Catalá por F, Maciá. Pero se puede avanzar en la justicia y en lo posible a la vez si se admite la singularidad de Cataluña y el País Vasco dentro de España en los términos que planteó la II República y se "deconstruye" el "café para todos". Al menos queda esta posibilidad.

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