jueves, 5 de septiembre de 2013

RAJOY TIENE RAZÓN...



Rajoy  tiene razón... cuando da a entender que su maltrecha fortuna puede revertirse, por mal que siga el caso Barcenas, en el caso de que empiece a enmendarse la situación  económica, o al menos haya expectativas razonables de hacerlo.
El sentido común que pide a los suyos para  afrontar  lo que se viene encima, es el que pide que olviden a la hora de dar por buena la evidencia de  la financiación ilegal del PP. Porque la alternativa que se apunta es la de Andalucía corregida y aumentada: el PSOE adscrito a la duda hamletiana a punto de prestar  vasallaje a una IU que sueña con importar la revolución bolivariana y de paso asistir en chándal a la opera y a cualquier gala que se precie.Al fin y al cabo su público presiente que la posible recuperación económica se truncaría irremediablemente, para acabar en las peores pesadillas del infierno del Bosco. En ese contexto el alma de don Mariano puede resucitar como la del conde Orgaz cuando se entrega a la infinita misericordia de sus votantes. Esta historia es vieja y reiterativa, por ejemplo cuando estuvo a punto de volver a la vida, es decir al poder, la momia de Felipe González, embrujada como estaba por la corrupción más galopante. Los seguidores de los grandes partidos se encuentran una y otra vez ante la espada y la pared. Tienen que elegir entre votar con pinzas en la nariz o abstenerse. A ello les obliga tanto la rigidez monolítica de las estructuras partitocráticas, como el hecho más grave de que los grandes partidos carecen de un consenso básico sobre los grandes temas de Estado, ni siquiera sobre los mínimos que definen la sociedad del bienestar. Algo aliviaría que existiese un mínimo de confianza en que el adversario no se tornará enemigo implacable. Rajoy no precisa explicarse nada  acerca de sus vergüenzas porque se da por amortizado que todo el mundo, y primero que nadie los suyos, están bien al tanto. Explicarse le obligaría a hacer como Griñán o cargar a sus electores con el insufrible aguijón de la mala conciencia. Pero su principal baza es la incapacidad del PSOE de renovarse responsablemente, atado como está por un electorado menguante pero que simpatizaría más con Largo Caballero o Prieto que con Besteiro, por mucho que sus aspiraciones vitales coincidan con lo que  Julián Besteiro representaba. Ni siquiera las imploraciones jeremíacas de F. Gonzalez conmueven a esta inmensa masa que como el perro del hortelano ni come, ni deja comer. Contando con que, tras la experiencia zapateril, las clases medias de centro, otrora abiertas a la socialdemocracia, pueden ser más renuentes a retornar a este PSOE que a abandonar la estela del PP, Don Mariano puede aplicarse como un consumado artífice al principio  elemental de  que lo que se erosiona puede recubrirse, pero lo que se desmorona para en la escombrera. La alternativa que se vislumbra es la de la continuidad de un PP desvergonzado, con la consiguiente depresión colectiva, o vaya Vd. a saber qué. Si al menos la política estuviese personalizada habría líderes en el PP y en el PSOE que se atreverían a postularse y a cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de sus actos, sin que la mayoría social tenga que hacerse cómplice o corifeo.

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