martes, 27 de agosto de 2013

EL POSIBILISMO HUMANITARIO.



Las guerras y conflictos del mundo árabe parecen diseñados por el diablo. Como en un mundo al revés, muchos pacificistas invocan la responsabilidad de EEUU y de las potencias occidentales de intervenir para acabar con las matanzas indiscriminadas de inocentes y el desbocamiento de todo tipo de tropelías inhumanas. Seguramente de intervenir, otros pacificistas, o quizás también los mismos, reprocharían los intereses imperialistas que, de hacerlo, estarían en el fondo. En cualquier caso la inexorable globalización del mundo impone a las grandes potencias occidentales una responsabilidad humanitaria concorde con su poder político, económico y militar, de la que no pueden evadirse. Nada de esto afecta a las otras grandes potencias como la URSS y China, pero no porque carezcan de poderío, sobre todo militar, sino porque se da por sabido que carecen de la mínima sensibilidad humanitaria y se crea la idea de que el asunto no les incumbe desde ese punto de vista. Sería como pedir a Mourinho que respetase las elementales normas de cortesía, o pretender que las hienas no coman carroña. Para bien y para mal, por poder y cultura, Occidente tiene la obligación de responder moralmente, cualquiera que sean sus intereses políticos o geoestratégicos. Implícitamente así lo admiten quienes, en unos casos justamente y en otros no tanto, reclaman la responsabilidad exclusiva de las potencias occidentales. Pero el asunto se torna endemoniado desde un punto de vista humanitario y no tanto político o de interés geoestratégico. El fiasco de Irak fue el resultado de la ambición calenturienta de quienes soñaban con cambiar el mapa geoestratégico. Todo se adornó con motivos democráticos y hasta humanitarios que a la vista de los hechos resultan grotescos. Ahora en Siria las necesidades humanitarias escupen sobre la conciencia mas tibia, pero los intereses políticos tienen difícil acomodo en ese avispero, donde no hay nada que ganar y casi todo por perder. No sólo en esa tierra sino ante la opinión pública, que pase lo que pase reaccionaría de modo inmisericorde. Dado por supuesto, lo que es mucho suponer en el terreno de la práctica política, que las potencias occidentales deben sacrificar  sus intereses o dejar de lado los posibles perjuicios que la intervención pudiera reportarles, para hacer valer la causa humanitaria, ¿quién puede argumentar que la intervención no provocaría casi con toda seguridad una ruina humanitaria incomparablemente mayor?  Sólo caben dos posibilidades. La una, hacer posible con la intervención un gobierno de paz que garantice mínimamente los derechos humanos, o al menos la protección de la población. La otra es imponer fuerzas de interposición que aun a costa de dividir el país estabilicen cada parte y detengan las masacres generalizadas. Creo que para reclamar sacrificios humanitarios hay que apoyar políticas humanitarias, es decir las políticas que hagan viable la causa humanitaria.

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