miércoles, 10 de julio de 2013

LA PASIÓN DEL MAL.BIS.



*El cruel alegato del abogado de Bretón contra la abuela de los niños da qué pensar sobre los límites de la psicología humana y de la ética profesional. ¿Se puede defender honestamente a alguien en un caso tan extremo sin creerse lo que conviene a su defendido?. Los psicólogos hablan de disonancia cognitiva, que no es más que la necesidad de que tengamos una mínima coherencia entre lo que hacemos y lo que pensamos. Por mucha que sea la frialdad profesional ¿es posible tomarse un caso de vida o muerte tan espantoso como si fuera un problema de matemáticas o de diseño de planos?.  En lo más íntimo algo se rebela y en este caso quien quiera conservar a toda costa su prestigio profesional es más fácil que empiece a mirar a través de los ojos del cliente, en lugar de aceptar las evidencias. Eso no significa identificarse con su persona ni siquiera con su versión, basta creer su inocencia. Pero al hacerlo se entra en una senda muy tenebrosa. La vocación de defensa empieza a confundirse con la necesidad de autodefensa. Por eso sería conveniente, incluso imprescindible que los abogados contaran siempre con la colaboración de algún psiquiatra o psicólogo ya avezado en el control de la transferencia.

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