Rajoy ha fiado toda su defensa en reclamar la fe en su honorabilidad
personal, “no voy a la política para
ganar dinero” y quiere que su honorabilidad sea la vara de medir la
honorabilidad del partido.”Si yo soy bueno el partido es bueno”. Aparentemente
es lo contrario que ocurría en el PSOE cuando los seguidores socialistas solían
disculpar los desmanes de sus dirigentes si actuaban “por el bien del partido”, es
decir si no se lucraban ellos pero sí el Partido. Pero en el fondo es lo mismo.
Tan repugnante es el beneficio particular como el beneficio del partido, si
ambos son ilegítimos e inmorales. Don Mariano debiera saber, cosa que dudo, el Abc de la moralidad política, es decir que, al
dedicarse a la alta dirección pública, el honor personal es la forma intima del
honor como responsable político. En este caso, su honorabilidad consiste en
rendir cuentas de su responsabilidad como presidente de Gobierno y como líder del
partido. Lo que está en juego no es si se lucró. ¡Faltaría más ¡si se
demostrase debería no ya dimitir sino exiliarse a lo más profundo de algún
bosque o desierto ignoto. Ha de
responder de la financiación de su partido y en esto va a tener mucho que
demostrar para que merezca que creamos en su honorabilidad.
La reacción del personaje me confirma la sospecha de que tiene la política
como una extensión de su fantasmal Registradora, y el ejercicio de la política
como el apéndice de unas oposiciones públicas, las oposiciones que ganó y tanto
añora. Las cosas se preparan en los despachos y luego viene hacer algún alarde
público en forma de discursos institucionales o el discurso del Estado de la
nación, donde se demuestra lo bien preparado que lleva uno el tema. Las
insidias de los periodistas, las algarabías de los manifestantes, lo enconos de
la oposición son inconvenientes accidentales con los que hay que transigir y en
el peor de los casos sobrellevar estoicamente. Lo mejor es no hacer caso y
pensar que los díscolos son como niños malcriados que merecerían una zurra,
pero como ahora está mal visto hacer eso, lo mejor es dejarlos estar que ya se
cansarán. Respecto a la oposición lo mejor son acuerdos por lo bajini y si no
es posible tenerla a raya, pues tiene mucho que callar.
Todo esto no desdice la seriedad que como opositor y registrador se merece
en el ejercicio del gobierno. Pero su sitio adecuado sería por ejemplo la
presidencia del gobierno de Noruega o países de ese fuste donde todo es tan estable
y previsible, a simple vista por lo menos, como un iceberg. Tan impertérrito personaje
se ha visto metido inopinadamente, a la cabeza de todos los españoles, en la boca del
huracán, y por de pronto ha reaccionado con sus reflejos instintivos reforzado
quizás por quienes le hacen creer que su modo de hacer es el más virtuoso y
competente posible. Ahora ya no sirve proceder como siempre y debe demostrar
que sabe hacer política con mayúsculas, que no quiere decir maquiavélicamente. Empezando por demostrar la honorabilidad de las cuentas de su partido.
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