*Los síntomas de corrupción general e institucional aguzan la vigilancia y
la exigencia de la opinión pública, pero hay que prevenir los deplorables
efectos que esto puede tener en la salud
pública de la ciudadanía. Nos puede pasar como a los antiguos paganos o a los
ingleses victorianos, que creían vivir rodeados de espíritus, sombras y
fantasmas. Mientras que nosotros ya empezamos a sentirnos rodeados por todo
tipo de embaucadores de tres al cuarto, sobresueldistas, comisionistas exquisitos, conseguidores de
postín y los más diversos subvencionados y subvencionadores.
DIRIGENTES Y BASES
*Es algo notable de los Partidos típicos de la partitocracia hispana, su inmenso poder
para malear y conducir a sus bases y
votantes, incluso en contra de lo que un momento antes era el proceder
corriente. Es lo que corresponde a su naturaleza de partidos-iglesia, estructuras piramidales depositarios de la
fe común. Por ejemplo las bases de CiU han seguido a su cúpula
como una tropa cuando esta se ha embarcado por los derroteros más extraños. Lo
mismo sucedió cuando el PNV se conjuró con Batasuna en el pacto de Estella,
cuando el PSOE apostó por la OTAN o aguantó el chaparrón de la corrupción. Y
también, aunque comparativamente sea algo menor, cuando el PP se lío la manta
del IVA y de los impuestos del IRPF. Hay que admitir que la izquierda tiene por
lo general más escrúpulos, quizás por qué está más ideologizada, o quizás porque
aún cree en mayor medida en la honorabilidad de la política. Pero su repudio se
queda en separarse temporalmente de las filas del ejército regular para hacer
pinitos en la guerrilla. Abstenerse de votar a los de siempre para votar a
otros más radicales por ejemplo, o simplemente dejar de votar.
Hay en esto una parte de seguimiento del instinto gregario y de parroquia,
pero éste tiene sus límites y las cúpulas lo tienen en cuenta. Algunas veces
las bases no se enteran y dejan hacer a sus dirigentes, con quienes comparten
el gusto por estar en la inopia. Por ejemplo cuando Aznar metió al PP en las
fauces del lobo en la guerra de Irak.
Por regla general las bases se dejan llevar si tienen la sensación de
que el barco se dirige a buen puerto, aunque no sea necesariamente su puerto. Los dirigentes han de saber
tocar las dos principales cuerdas con las que las bases se mueven, la de los
grandes ideales y utopías, y la del pragmatismo y el realismo. Cuando se
apuesta por la primera se corre el riesgo de tener la palabra en prenda y que
una vez que la gente se lo cree hay que ofrecer hechos, y entonces apenas hay
cuerda para el pragmatismo. Se puede por
otra parte hacer una política pragmática, como la que han hecho tradicionalmente
los nacionalistas catalanes, siempre y cuando se entone algún acorde utópico o
se interprete éste como un bajo continuo. Lo malo es que tarde o temprano el
bajo ha de transformarse en melodía, lo prometido es deuda. El problema es que
una vez lanzado el tren hacia el desbocamiento no hay manera de frenarlo sin
que la cúpula que lo conduce lo pague.
*DIFERENTES Y PARECIDOS
La derecha política y mediática ha presumido de tener una mayor independencia que la izquierda de las servidumbres económicas de la política. Al disponer de una profesión o un negocio para vivir sobradamente, podrían dedicarse a la política de forma más desinteresada que quien tiene que vivir de ella. Los de la acera contraria han sospechado que utilizan la política para proteger sus intereses y adquirir más ventajas. Y por su parte se defienden arguyendo que su independencia de los poderes económicos les permite dedicarse al bien común sin condiciones. Los unos no tendrían necesidad de corromperse y los otros tendrían tal grado de compromiso con lo público que apenas podrían corromperse.
La derecha política y mediática ha presumido de tener una mayor independencia que la izquierda de las servidumbres económicas de la política. Al disponer de una profesión o un negocio para vivir sobradamente, podrían dedicarse a la política de forma más desinteresada que quien tiene que vivir de ella. Los de la acera contraria han sospechado que utilizan la política para proteger sus intereses y adquirir más ventajas. Y por su parte se defienden arguyendo que su independencia de los poderes económicos les permite dedicarse al bien común sin condiciones. Los unos no tendrían necesidad de corromperse y los otros tendrían tal grado de compromiso con lo público que apenas podrían corromperse.
Pero ambas doctrinas resultan idílicas en el marco vigente caracterizado
por la consanguinidad entre la política y los poderes económico-financieros.
Siempre se ha sabido que el entramado entre la administración y los poderes
económicos hacía de los políticos servidores de lo público y de sí mismos. Se
observa ahora que la simbiosis entre la partitocracia y el entramado
administración-finanzas marca unas reglas que abarcan con unos matices u otros
a la denominada “clase política”. Se hace muy difícil distinguir entre el comportamiento de los políticos
profesionales y el de los profesionales que llegan a la política, para hacerse
profesionales de la política. Dentro de
este marco general caben diversas variantes. Parece por ejemplo que está muy
generalizado cobrar en dinero negro o en especie (cargos y puestos ad hoc): ¿Son
remuneraciones por los servicios al partido?, ¿son “picotas” para tener la boca
cerrada ante los negocios que florecen a la sombra del partido y/o la administración?,
¿es el cobro de los beneficios por su participación en los negocietes y
chanchullos? En el fondo ya importa poco y parece que la gente ya no tiene
tantos remilgos ante los propios, para fijarse sólo en la corrupción de los
adversarios. Todavía recientemente se admitía o comprendía la corrupción si era
en beneficio del Partido, es decir de “los nuestros”. Y ahora por lo menos ya
empieza a ser obvio que la corrupción que se hace a la sombra del Partido es corrupción del Partido. Sea el que sea.
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