jueves, 20 de diciembre de 2012

¡MÁS BANDERA!


Tras el chasco electoral la derecha nacionalista catalana ha preferido seguir enrollándose en la bandera. ¿Este rollo es inagotable?. El pacto, ¿contra natura?, con Ezquerra convierte a CiU en una formación radical pero conservando el gobierno y enfilando la secesión. ¿Era este el coste de seguir gobernando?, ¿es un sacrificio para la meta sagrada de la secesión?.
En el pacto sorprenden dos cosas. Primero la contumacia de persistir en la  secesión hasta rozar lo irreversible. Demuestra la profundidad de la voluntad independentista hasta el fanatismo de la cúpula dirigente de Convergencia. Pero en no menos medida su convencimiento de que tienen una oportunidad única. Y en el mismo sentido el temor de dar marcha atrás sin traicionar al electorado, abandonándolo completamente a la Ezquerra. Algunos datos avalan esta posición: el desgaste electoral se ha producido en términos de más independentismo sosteniéndose en conjunto las posiciones nacionalistas. Se puede decir que ha cuajado en la masa nacionalista y en muchos otros que “España nos roba” y esto resiste muchos envites. Por otra parte es cierta la debilidad del Estado. Se demuestra que no es capaz de hacer valer las resoluciones de los altos tribunales, la izquierda del resto de España parece no querer enterarse, el PSC juega a la complicidad y a escurrir el bulto. La derecha española catalana apenas se mantiene y sigue en el ostracismo, víctima del discurso dominante que avalan nacionalistas y la izquierda conjuntamente: “¡antes cualquier cosa que el PP!”.El ascenso de Ciudadans puede considerarse como una tendencia significativa pero a corto y medio plazo es algo anecdótico. Y además de Europa no vienen noticias concluyentes. Los altos dignatarios no dicen esta boca es mía.
Pero lo más sorprendente no es el pacto en sí sino el predominio que adquiere Ezquerra en lo que parece una claudicación de la derecha. En buena lógica Ezquerra debiera haber cedido apoyando una política de recortes en bien del referéndum. No sólo consigue cierta concreción para que se realice, sino que impone una política económica radical. Puede presentarse ante los suyos como un campeón y darles razones para que aguanten los conflictos sociales que esperan. Pero la derecha sólo puede ofrecer el referéndum y recortes. ¿Tanta es el ansia de la masa social catalanista conservadora por librarse de España? Por de pronto el que pasa por el catalanista más conservador, Durán i Lleida, apenas sorprende al prestarse a hacer de escabel no sólo de A. Mas sino también de Ezquerra. Parece que la necesidad y no sólo el deseo de conservar el gobierno es insoslayable para la derecha. Y es evidente que Ezquerra así lo ha comprendido. ¿Es tanto por seguir a la cabeza de un proceso irreversible o porque de hacerlo con otra parte del espectro político sufriría un desgaste más seguro y mayor?. El resultado del pacto apunta más a la idea de que CiU precisa el gobierno por encima de todo y que le da más garantías meterse en el fregado de la secesión que rehacer el statu quo ante.
A partir de aquí se multiplican las incertidumbres y apenas se vislumbra alguna certeza. Una de estas es que la cosa va en serio, incluso más allá de la voluntad de los promotores de la inminente tragedia. Por mucho que  a la gran mayoría de la clase política y de la sociedad española le cueste aceptarlo y salir de su rutina. Otra certeza es que la política española y la economía va a estar inmediatamente condicionada muchos años. Pero luego no quedan más que preguntas sin respuesta. Pues para responderlas se tendrán que aclarar antes muchas cosas.
Del lado catalán: ¿estará dispuesta la masa nacionalista catalana a tragar lo que va a venir por el deseo de independencia que apenas hace poco sentía o que lo sentía de forma brumosa y más bien poética?, ¿seguirán los empresarios cuyo interés va más allá de las fronteras catalanas animados a colaborar y a callar sin que esto repercuta en sus negocios?, ¿seguirá la izquierda socialista dorando la píldora de la equidistancia federalista cuyo contenido es la primera en desconocer?, ¿se hará la gran mayoría de la sociedad catalana cómplice de la corrupción de sus dirigentes unos en nombre de la estabilidad social, otros en nombre de la sagrada secesión?.
Del lado del resto de España:¿Está dispuesto el gobierno a emplear todos los instrumentos que la ley le otorga y le exige pase lo que pase? ¿Está dispuesta la oposición y la izquierda en general a apoyarle o prefiere copiar “la tercera vía” tal como los homólogos catalanes? ¿se guarda la izquierda la carta de reprochar a la “cerrazón y falta de diálogo”  de la derecha la responsabilidad de lo que pueda acontecer?, ¿respaldará en suma la sociedad española las medidas constitucionales que se pudieran tomar o implorará una solución que ha de contentar a todos aunque nadie sepa cuál es?.
Lo único claro es que el freno al desafío sólo puede venir de la feliz conjunción de la resistencia de una parte significativa de la sociedad catalana, la mejora en la comprensión mutua entre catalanes y el resto de españoles, lo que puede implicar medidas de reforma, y la unidad y firmeza del conjunto de España. Queda por ver si esta fórmula cuenta con algo de fortuna, inteligencia y decisión a su favor.

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