sábado, 8 de diciembre de 2012

¿LA SECESIÓN EN EL LIMBO?




Las elecciones plebiscitarias catalanas han resultado un tiro por la culata para sus convocantes, pero fiasco aparte ¿ha avanzado o retrocedido el secesionismo?
Para responder conviene tener en cuenta el panorama que se perfiló  en los últimos diez años con la reforma del Estatut. Tenemos en el plano político: la irrupción de Esquerra como reacción a la política de Aznar y el anterior acuerdo del PP y Convergencia; el dominio del PSC por su élite nacionalista postergando a la parte del PSOE; la radicalización progresiva de Convergencia primero en el discurso y luego en los hechos; el aislamiento del PP a las tinieblas del “españolismo”. A nadie puede escapar  la relación mutua entre estos hechos.
El período de Zapatero vino a dar carta de naturaleza a este mapa que ha desembocado en una nueva dinámica social consistente en: la radicalización del conjunto del nacionalismo, que a la estela del compas que marca la Esquerra hace suyo el discurso independentista; la catalanización del PSC, en términos nacionalistas, con el consiguiente  vaciamiento de la base social del socialismo, a la vez que una parte de su electorado se inclina hacia el nacionalismo radical  parando en Esquerra. Convergencia emergió del descrédito del Tripartit pero ya con un discurso nacionalista expresamente antiespañol. Se juega así en el campo de juego estrictamente nacionalista. Convergencia y Esquerra se trasvasan los votos según la coyuntura, mientras el PSC ha desaparecido como contrapeso al nacionalismo. Nótese que esta caída en la pendiente de la insignificancia estuvo precedida por el acuerdo expreso entre socialistas y nacionalistas por el que se postergaba al PP, a la vez que se lo tildaba de portavoz del “españolismo”. La única diferencia es que mientras el nacionalismo oficial se siente en conjunto legitimado para cuestionar la Constitución, ya convertida en disfraz de la odiada España, el socialismo todavía tiene sus remilgos y escrúpulos, aunque sólo sea por el miedo a perder la base electoral psoeísta.
El órdago secesionista, sino previsible es perfectamente lógico.  La razón es que mientras el secesionismo se ha consolidado en la base social nacionalista, confundiéndose por debajo moderados y radicales, la resistencia al mismo, dentro de la sociedad catalana, se ha ido  diluyendo hasta casi desaparecer. Se cuenta además con la impotencia  del Gobierno central, como lo muestra la incapacidad de hacer cumplir las resoluciones de los altos tribunales. El hecho de que todavía la mayor parte de los catalanes se sientan a la vez catalanes y españoles, los que se sienten catalanes “puros” coinciden más o menos con los votantes de Esquerra, no es lo determinante a corto y medio plazo. Esta amplia base social está desarticulada políticamente y admite en lo fundamental el leit motiv del discurso catalanista, es decir su lealtad tiene por objeto exclusivo a  Cataluña, planteándose la relación con el resto de España sólo en términos de conveniencia. Por eso los secesionistas han pescado con provecho en el río revuelto de la crisis.
Volvemos a la pregunta inicial ¿ha avanzado o ha retrocedido el secesionismo?. Digamos que el bulldog ha soltado la presa que tenía cogida por la garganta, pero está encima merodeando a la espera de asaltarla de nuevo.
La lectura favorable a los secesionistas es que su base electoral mayoritaria no ha mermado pese a que las élites han dejado clara sus intenciones. Globalmente el nacionalismo certifica su radicalización. Pueden decir que una parte que antes dudaba se ha convertido. ¿Pero definitiva e incondicionalmente?. Por otra parte la reacción “españolista” aunque digna de tenerse en cuenta ha sido globalmente tibia y no cuaja en protagonismo. Mientras que por el lado del PSC además de certificar su insignificancia, queda como una pieza que puede resultar útil en determinadas jugadas tácticas, por ejemplo si se tratara de forzar un referéndum constitucional. Pero sobre todo porque puede bloquear o dificultar un posible acuerdo de resistencia entre el PP y el PSOE.
Los contras a esta lectura son:
Las elecciones estaban planteadas en términos de dar carta blanca a CIU para dirigir el proceso de secesión. Venía a decir, vamos a la secesión pero bajo mi batuta y con mis exclusivas condiciones (recortes, etc). Resulta que una parte quiere la secesión pero no en sus condiciones. Tampoco como se esperaba ha ganado influencia en el resto de la sociedad catalana. En esta se observa una tímida reacción, más prometedora al capitalizar Ciudadans una buena parte de los votos jóvenes primerizos.
Ahora vienen las dudas: ¿se atreverán las élites de CiU a empezar el proceso con Esquerra?, es decir a someterse al liderazgo de Esquerra. ¿Se inmolaría por su parte Esquerra como alternativa social, aceptando ser cómplice del desmantelamiento del Estado de bienestar por mor de la sacrosanta independencia?.  La base social del otrora nacionalismo moderado parece seguir a sus campeones fielmente, ¿pero todos hasta la independencia?. Sobre todo las fuerzas vivas económicas de la sociedad catalana. Téngase en cuenta que los líderes nacionalistas desencadenaron un movimiento de masas que absorbió las energías políticas y sentimentales de la sociedad. Ante eso no cabe más que el consentimiento y la adaptación aunque no se crea en ello o se tengan reticencias, véase el caso de Durán y del silencio cuando no la mueca de aplauso de los más prominentes ejecutivos. Si el movimiento de masas se deshincha, y esta no es una consecuencia baladí de las elecciones, las fuerzas vivas pueden sentirse más libres para apostar a lo suyo. ¿Predomina entre estas el respaldo o la reticencia?.
Por  lo que respecta al pueblo en general, éste se encuentra en la alternativa del ajuste o de la bancarrota. CiU era consciente de que su remedio, la independencia, se volvería en contra si la mayoría incondicional del pueblo no estaba dispuesta a aceptar los dos términos de la ecuación: los ajustes y la independencia. ¿Puede pedir ahora el ajuste para pasando por ahí traer la independencia? Es obvio que para la mayoría la independencia sólo es deseable si libra de la precariedad, ¿por qué ha de desear el proceso de independencia si no está claro que salve de la penuria?.
Lo que trasluce es que la inclinación al independentismo tiene una base sólida en el distanciamiento de España, pero esto no parece suficiente. Muchos han caído en un devaneo, luego cuando se sale de la resaca las dificultades aparecen  tal como son, mientras que los motivos ilusionantes no merecían la pena tanto como parecía. Después de tantas vueltas, a la espera de que una parte de la sociedad catalana vea en España una posibilidad y no una molestia o incluso la cueva de Alí Baba, lo que más une a la sociedad catalana es la mejora de su relación contractual económica con el Estado. Si los que gobiernan el Estado tuvieran algún sentido de Estado procurarían tomarse esto en serio. Pero antes todo queda por despejar.

UN INTRUSO EN EL ESCENARIO

En todo esto el Ministerio de educación, seguro que con toda su buena intención, ha abierto la caja de Pandora y dentro cuesta encontrar la esperanza. Me refiero a las medidas de política lingüística. La causa puede tener su razón desde el punto de vista educativo, pero desde el punto de vista político es el mayor dislate imaginable. Y el asunto, en el estado de cosas actual, es político al cien por cien, guste o no guste. Uno de los rasgos que caracteriza a la derecha política española es, como diría un psicólogo conductista, la ausencia de habilidades en lo que les ocupa, el arte de la política. Deberían leer un poco a Maquiavelo. Creen que basta tener razón y contarlo bien, o contar lo que gusta para que luego se les dé la razón. Aznar tuvo la genialidad de resucitar a la izquierda haciéndose la foto de los Azores ¿cree acaso que sus homólogos franceses o alemanes y otros no se la hicieron porque estaban menos de acuerdo con Bush?. La primera regla del arte de la política es conocer la fuerza del adversario. Muchos todavía se creen que el pueblo o la opinión pública es una masa neutra que se predispone a tu favor o en contra según lo que digas. En esto parecen de un maquiavelismo ingenuo y tópico, como si presentando las cosas de una determinada manera se gana a la gente. En realidad la gente ya está predispuesta y posicionada. Puedes convencer a los convencidos, es decir aumentar su moral o frenar su desánimo. Raramente llegarás a los adversarios sentimentalmente, podrás hacerles dudar si das razones, siempre y cuando  tengan dudas de su fe. Se confunde muchas veces el arte de la política, que se basa en la ponderación de las fuerzas y de su evolución, con la pillería política: ganar ventajas y ventajillas para uno o los suyos, ganar el aplauso sin responder de nada..etc. Ahora tenemos un caso flagrante, no de pillería sino de ingenuidad.
La inmersión lingüística y en general la catalanidad lingüística son la corona de hierro del nacionalismo y en general del catalanismo. Algo más sagrado que la Moreneta. Por convicción o por sumisión y sentido de adaptación la inmensa mayoría de la sociedad catalana coincide, lo admite y hasta lo venera. Desde un punto de vista pedagógico y práctico-histórico o incluso constitucional y de derecho el asunto es discutible, pero esa es la voluntad colectiva ya sobradamente cuajada. Los nacionalistas lo tienen por las tablas de la ley con las que puede conducirse al pueblo a la tierra prometida. Remover la inmersión es una batalla perdida, batalla que en todo caso debió darse en momento. Ya en el momento decisivo la izquierda socialista admitió la inmersión y con ello selló su voluntad de colaborar en la “construcción nacional de Cataluña”, es decir: lealtad con Cataluña, conveniencia con España. Aunque eso sí desde ese autonomismo que no llega a independentismo. Enmendar este statu quo sólo puede ser obra de la misma sociedad catalana y mientras eso no ocurra hay que dar tiempo al tiempo y aceptar las cosas como son.
La iniciativa obedece a ciertas razones de justicia y a la presión de quienes están convencidos de que el principio que ha de regir la educación es la voluntad, llamada derecho, de los padres a elegir la educación de sus hijos. Se ha atrevido a promoverla el ministro Wert , convertido en una especie de enfant terrible de la derecha española. Es un caso curioso en la geografía política. Es el primer espécimen ministerial que ha nacido de la curiosa simbiosis entre la tradicional clase política y la emergente clase tertuliana, simbiosis que es una de las aportaciones más originales de la política española. Digamos que la clase política ha cedido a los tertulianos la farragosa tarea de defender sus medidas y sus opiniones, reservándose la más grata tarea de contar sólo lo que gusta o simplemente de escurrir el bulto. El desgaste por las medidas prácticas es más llevadero si otros se desgastan por defenderlas. La mayoría de tertulianos actúan como propagandistas y doctrinarios en un noventa por cien y como analistas y críticos en un diez por cien. Son las reglas del juego. El bagaje de Wert es una prístina adhesión a las ideas o creencias que en primera línea de combate tan hábilmente defendió. Frescura de la que sus correligionarios políticos carecen una vez que sus creencias se han tornado aburridos protocolos burocráticos. En general esto es bueno, y creo que para la imprescindible reforma del conjunto de la educación tal actitud puede aportar mucho. Pero hay asuntos tabú y otros con más autoridad y responsabilidad debieran decírselo.
Lo importante es si Rajoy sabía algo y si es consciente del lío en que se ha metido y nos ha metido. Me temo que lo sabía y no es consciente del lío. Todo hace entender que los dirigentes del PP y en general la clase política se han creído sus propias conclusiones sobre la inapelable y definitiva derrota del secesionismo. Es cada vez más frecuente que los políticos se crean las consignas que lanzan para agradar, incluso cuando se trata de la evaluación de los hechos ocurridos. La idea de que convencer que se ha ganado es ganar la batalla lleva camino de convertirse en la idea de que he ganado si estoy convencido de ello. Por otra parte la alusión De Rubalcaba de que estamos ante una maniobra de despiste, para no tratar el conjunto de la reforma educativa, es una respuesta refleja de quien sin pensarlo atribuye al adversario “virtudes” que para uno son connaturales. Pero es imposible que la derecha sea tan torpe. Es como si alguien para disimular su calva se cortara el cuero cabelludo. El problema de fondo es que tanto unos como otros creen que el desafío independentista es un juego floral. No se sabe en virtud de por qué razones metafísicas la independencia del País Vasco y Cataluña es imposible, cuando la parte activa de estas poblaciones, sino profesan un independentismo integral en su mayoría, reniega sin ambages de su pertenencia a España. Lo malo de la vida común viene cuando los encargados de gestionarla hacen lo mismo que la gente dedicada a sus propios asuntos, cuando piensan en el común. Para no desbaratar su propia vida, que ya tienen bastante con ella, necesitan creer que todo está en orden, o al menos que es ordenable. Lo grave es que también para los políticos vale eso de que es más fácil vivir creyendo que lo indeseable es imposible.
Quien debiera ser más consciente, nuestro presidente de gobierno, adolece de dificultades sino congénitas sí muy arraigadas. Rajoy es en el fondo un opositor de primera línea, pero opositor puro. Ve la política como una oposición en la que ha de aprenderse el temario y exponer el tema que toque diestra e impecablemente. Esto tiene sus pros y sus contras. No cabe achacarle falta de rigor o descuido, de la misma forma que al no ver más que el tema bien diseñado se aísla más fácilmente del fárrago cotidiano de la opinión pública. Para librarse de esta incomodidad confía demasiado en su ambigüedad cachazuda, o al menos en la imagen exagerada que sus admiradores proyectan. Pero ¿qué pasa si lo que se avecina no está en el temario?. Hasta ahora Rajoy ha demostrado ser muy hábil en salirse de los líos en los que se mete, algunos de forma irremediable, pero le es casi imposible ver los líos en que se puede meter. En su libreto está que sólo el tema económico es relevante y le cuesta percibir el problema nacionalista como algo distinto. Ha sido prudente, de acuerdo con  su instinto cachazudo, en no echar leña al fuego cuando la hoguera estaba en su cenit. Su confianza en que el tiempo todo lo arregla es proverbial. Ahora ha de ver como retirar la pata pues es absurdo dejar que los nacionalistas y la izquierda de todos los colores se una contra el agravio, en un momento que se requería la política fina que propiciase su separación, o al menos desconfianza. Más absurdo cuando es notorio que el Estado no puede hacer cumplir la Constitución ni la Ley, como lo demuestran a donde han ido a parar las sentencias de los altos tribunales sobre el tratamiento del español en la enseñanza.

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